Para alcanzar el mejor fruto del árbol de la sabiduría tendrás que subir lo más alto que puedas, en el ascenso sufrirás algunas heridas, pero ninguna será tan considerable que pueda impedirte llegar a donde tu fe ha de llevarte.

Sube tan alto cuanto puedas, que el miedo no te lo impida, nunca mires atrás una vez que estés decidido, porque podrías dar marcha atrás cuando debería ir siempre adelante, y cuando te preguntes qué es lo que te impulsa a no darte por vencido, dirige tu mirada al firmamento, a ese infinito que de tanta luz, en el ascenso, va perdiendo la claridad del día, para introducirte a una brillante oscuridad llena de paz y sabiduría.

Qué hemos aprendido todo este tiempo, si donde eres familia pareciera que en un momento de ofuscación e ira de pronto sientes estar entre enemigos; qué hemos aprendido en cada caída, tal vez nada, porque regresamos siempre al punto de partida, a la necedad de pensar que siempre nos asiste la razón.

¿Cuánto hemos aprendido del amor de Cristo? Si nuestra sabiduría después de tanto tiempo, apenas nos alcanza para ponernos de pie y con eso pensamos que hemos sido creados a su imagen y semejanza.

Al menos, muchos no hemos perdido la esperanza, para seguir caminando en la búsqueda de esa sabiduría que nos permita subir lo suficiente para alcanzar el mejor fruto que nos haga despertar de nuestra ignorancia.

Es la gratitud la virtud de aquél que recibe en abundancia lo que necesita para poder comprender cuál es el camino, la verdad y la vida.

Dios bendiga nuestra vida con salud, paz y armonía y nos obsequie la sabiduría para amar como nos ama Jesucristo nuestro Salvador.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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