“Con sabiduría se edificará la casa, y se consolidará con la prudencia” (Proverbios 24:3)
Sebastián mi nieto mayor, se acercó amorosamente a mí, me abrazó y me besó la mejilla, me saludó con su muy especial estilo: _Cómo estas, feo. Y yo le contesté: _Cada vez te pareces más a mí. Y ambos reímos; después se me quedó mirando, y pude ver cómo en ello no compartía la alegría que manifestaba con su sonrisa; mi espíritu se estremeció y lo abracé con mucha ternura, y él se permitió esa muestra de amor, pues amor es lo que más necesita en esta etapa de la adolescencia, cuando surgen tantas dudas, y cuando por las prisas, pareciera que nadie tiene tiempo para aclararlas, desde un terreno neutral, donde los intereses personales no se mezclen con las respuestas que necesita escuchar para mantener intacta su individualidad y respetar el motivo que desestabiliza sus emociones.
¿Cuántas veces estuve también frente a la encrucijada? ¿Cuántas veces dudé y me sentí confundido? ¿Cuántas otras me pregunté cuál era el camino que debería tomar para salir menos lastimado y para no lastimar a otros? ¿Dónde estaba aquella mano amiga que tanto requería para no sentirme solo? ¿Dónde las palabras de misericordia para acallar los dolorosos gritos de mi alma? Tú que siempre estuviste ahí, observando todo lo que me sucedía, con paciencia esperabas a que se abriera mi entendimiento, para seguir el camino correcto, para sentir cómo tu bendita mano tocaba mi hombro, para sentir tu bendita presencia a mi lado, para escuchar tus pasos sin verte, para escuchar tus amorosas palabras: _No te preocupes todo estará bien, yo sé que duele un poco, que pareciera que los que te aman te han abandonado, no temas, yo estoy contigo y estoy en el corazón de aquellos a los que acusas de ser el motivo de tu congoja, de tus desvaríos, de tu conducta rebelde y fiera.
Sebastián, mi amado nieto mayor, el primero de todos los nietos, el que hasta los treinta días de nacido conoció a su abuelo Salomón, el que después de llorar tanto, calló cuando su oído escuchara los latidos de mi corazón, dime ahora que amorosamente te acercas a mí, que me abrazas y me besas en la mejilla, si como yo, sientes la presencia de mi Señor, tan cerca de ti como lo está de mí. Hoy te digo Sebastián: _No temas, todo estará bien, Él está contigo, como estuvo conmigo cuando lo necesité, y lo mejor de todo, jamás se ha marchado de mi lado, como no se irá del tuyo.
Dios nos dé sabiduría para edificar su casa en el corazón de todos los que amamos, y nos dé prudencia para consolidar su obra.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos familiares.
Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com