“¿Por ventura puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el precipicio? (Lc 6:39).
He aquí a dos entidades vivas, concebidas a imagen y semejanza de Dios, que enfrentando su destino, deciden buscar el camino de la verdad y de la vida, guiadas por el conocimiento obsequiado por sus mayores, modificado éste, por los encuentros y desencuentros ocurridos en el entorno familiar, confundidos sí, al no poder ver siempre la luz en las conductas de sus padres, pero, conservando la semilla de la fe, misma, que no ha podido encontrar tierra fértil para germinar, por eso, ambos se conciben como hijos espirituales de Dios, y con afán buscan las huellas del Hijo del hombre.
De inicio caminaban cada uno por su lado, pero un buen día se encontraron, pensando que era la casualidad la causante de ese evento inesperado; él cuya mirada siempre pegada al suelo, se inquietó al ver la silueta de mujer dibujada como sombra, y al levantar la cabeza descubrió una maravillosa luz que emanada de ella, y lo cegó, por eso, temeroso pregunto: ¿Eres tú mi Señor? pero por respuesta recibió sólo un estremecimiento en su cuerpo que le inspiro un sentimiento de misericordia; ella desconcertada, siempre mirando al frente sólo pudo distinguir un silueta de hombre cubierta por una nube gris, ocasionándole incertidumbre y temor, entonces preguntó: ¿Eres tú mi Señor? pero por respuesta recibió una cálida sensación recorrer su cuerpo, misma que le inspiro un sentimiento de compasión. Al disiparse la sombra, la nube gris y la luz cegadora, dos extraños quedaron, que se encontraron al caminar el mismo camino, decepcionados al no encontrar con su mirada lo que estaban buscando, callados, siguieron caminando por lados opuestos, sin imaginar que ambos habían estado, no por casualidad, frente a lo que toda alma busca con desesperación encontrar: a su Creador.
He aquí dos entidades vivas concebidas a imagen y semejanza de Dios, cuya ceguera no les permitió ver en cada uno de ellos a Dios, porque para ver al Señor, se requiere hacerlo con el corazón, porque es ahí donde reside el verdadero amor, con él se puede observar que lo que Dios ha creado es perfecto, con el corazón se puede tener la claridad de encontrar en lo que llamamos defectos, oportunidades para despejar cualquier sombra, cualquier entorno gris que nos quiere desviar del camino de la verdad y la vida.
Dios nos ayude a recuperar la capacidad de ver en nuestro prójimo, que lo que le causa desconcierto y reniego, no es por la carencia de cosas materiales, sino por la falta del amor que alimenta nuestra benevolencia y renueva nuestra fe para seguir caminando sin resentimiento, sin envidia, sin egoísmo.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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