“¿De dónde nacen las riñas y pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales hacen la guerra en vuestros miembros? Codiciáis, y no lográis; matáis, y ardéis de envidia, y no por eso conseguís vuestros deseos; litigáis, y armáis pendencias, y nada alcanzáis, porque no le pedís a Dios” (Epístola Católica del Apóstol Santiago 4:1-2)

Si amaramos como Dios nos ama, en lugar de conflictos habría amor entre los miembros de una familia, y si antes de vernos como hermanos, nos vemos como enemigos ¿cómo podríamos esperar que los miembros de una nación podríamos consentirnos como hermanos, si concebimos el bien común de diferente manera? ¿Acaso el Unigénito de Dios nació en una cuna de oro? ¿Acaso en su paso por la tierra, fue colmado de privilegios y atenciones por ser hijo de Dios? Antes de escuchar a los falsos profetas, debemos de escuchar la Palabra de Dios, él nos guiará siempre por el mejor camino y la luz divina de su amor nos sacará de la oscuridad cuando nos dejamos guiar por el egoísmo, la envidia, los celos, la vanidad. ¿Acaso la maldad que se siembra en el corazón de aquellos que cambiaron la honestidad, la humildad, la solidaridad y la misericordia, por la ambición de acumular riqueza y poder para controlar a los más débiles o para someter a los que igual siguieron por el camino torcido y se convirtieron en competencia a la que había que combatir o eliminar, escucharon la palabra de Dios? Todos ellos han preferido vivir escuchando sus propias palabras pensando que no hay vida después de la muerte y por ello se debe vivir dándole gusto a sus bajas pasiones e intereses mezquinos.

Cuando surjan inconformidades o desacuerdos en familia, cuando la mitad de un pueblo ve a la otra mitad como causantes de su infortunio, debemos de recordar que: “El amor cubrirá todas las faltas” (Proverbios 10:12)

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos los Domingos Familiares.

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