“Por eso les dirás: Así dice el Señor: Yo os recogeré de entre las naciones, y os reuniré de los países por los cuales habéis sido dispersados, os daré la tierra de Israel. Y volverán a ella los hijos de Israel, y quitarán de ahí todos los escándalos y todas las abominaciones. Y yo les daré un corazón unánime e infundiré un nuevo espíritu en sus entrañas, y les quitaré el corazón que tienen de piedra, y les daré un corazón de carne” (Ezequiel 11:17-19).

Por qué habremos de temer a los cambios que pueden generar los hombres que no han conocido otra forma de ser, que la de estar siempre luchando por valer más entre sus iguales. Qué acaso no saben, que a los ojos de Dios todos somos iguales, y valemos para Él, más de lo que nosotros reconocemos, porque estamos empeñados en estimar nuestra valía de acuerdo a los bienes materiales que poseemos y al poder que creemos tener al poseerlos. ¿Qué acaso no saben que no hay poder más grande en el universo que el poder de Dios? Aquél que persigue y hostiga al pueblo de Dios, sin duda tendrá que atenerse a las consecuencias de su ofensa.

“Mas en cuanto a aquellos cuyo corazón va en seguimiento de los escándalos y de sus abominaciones, yo los castigaré según merecen, dice el Señor Dios” (Ezequiel 11:21)

¿Quién se beneficia con el temor que infunden las amenazas de padecer lo que podría ocurrir de cumplirse éstas? ¿Acaso no es el tirano que olvida que su poder fue dado por los que igualmente temen a quedarse sin nada, cuando tienen todo? ¿Acaso no recordamos que el temor es una de las armas más antiguas para someter a aquellos, que, por su falta de fe, piensan que no podrían enfrentar la adversidad con la ayuda de Dios?

Nadie está por encima de la voluntad de mi Señor, ni el ambicioso, ni el egoísta, ni el violento, ni el corrupto, por eso no debemos de temerle a los que no cumplen con sus mandamientos, si acaso han ganado algunas batallas, lo han hecho ofertando a los débiles de corazón y faltos de fe, un engañoso paraíso que sólo conduce a la destrucción de la humanidad.

“Que con toda verdad os digo, que antes faltarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse perfectamente cuanto contiene la ley, hasta una sola jota o ápice de ella. Y así, el que violentare uno de estos mandamientos, por mínimos que parezcan, y enseñaré a los hombres a hacer lo mismo, será tenido por el más pequeño, esto es, por nulo, en el reino de los cielos, pero el que guardare y enseñare, ese será tenido por grande en el reino de los cielos (Mt.5:18-19)

“El hombre es el lobo de hombre” y el enemigo más grande de México, somos los mexicanos, porque no hemos sabido trabajar en unidad, con honestidad, para generar un sistema de vida que privilegie la equidad, la justicia y la paz;  hemos abandonado la verdadera legalidad porque nos hemos apartado de Dios, porque queremos para cada quien una ley que se acomode a todas nuestras necesidades y porque los políticos están dispuestos a darle  gusto a cada sector de la sociedad, para aumentar su capital político.

Todos somos iguales, pero hemos construido un pensamiento separatista polarizado, donde, encontramos la gente de arriba y la de abajo, los pobres y los ricos, los buenos y los malos, los sanos y los discapacitados, los que creen en Dios y los que no creen, o creen a su manera; los heterosexuales y los que tienen una orientación sexual diferente; pero todo parte de una base común: La falta de amor a sí mismo y la falta de amor por el prójimo. Construir un mundo perfecto para cada quien, nos ha salido muy costoso en todos los sentidos, cuando la solución siempre ha estado a nuestro alcance: El amor.

Dios nos auxilie para fortalecer nuestra fe, nos abra el entendimiento para seguir al que es el camino, la verdad y la vida: Nuestro Señor Jesucristo.

Dios nos bendiga y nos ilumine, para trabajar en unidad por el bienestar de nuestra gran familia: México. Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

enfoque_sbc@hotmail.com.