“Volvió después a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Es posible que no hayáis podido velar una hora conmigo? Velad y orar para no hacer en la tentación. Que si bien el espíritu está pronto, más la carne es flaca” (Mt 16:40-41).

Le he preguntado a mi Señor, por qué me asecha un sentimiento de tristeza, y queriendo encontrar la causa dentro de mí, me encontré con el miedo y la desesperanza, mas, su origen procedía del exterior, del permanente y progresivo deterioro moral de nuestro mundo, y si bien es cierto, que muchos se percatan de ello, han preferido guardar silencio para que su temor no termine por expandirse al resto de su familia o por aniquilarlos.

Caminar y fingir que todo está bien, acompañados por la luz del sol, el viento y en ocasiones la lluvia, elementos creados por Dios como señal de que Él no nos ha abandonado; distraídos a voluntad por la tecnología, poco a poco hemos cambiado nuestra realidad por un escenario virtual, donde explayamos una personalidad, que de ser nuestra, personalmente la ocultamos, porque en aquel enorme espacio que nos ofrece la comunicación, pensamos o nos sentimos más a salvo, cuando en verdad estamos más expuestos a la maldad.

El calor humano empieza a esfumarse, los saludos de mano, los abrazos, las sonrisas, los besos, incluso las caricias, todo empieza a proyectarse mediante signos o figuras que hablan por nosotros.

Una cantidad incontable de videos que se pueden apreciar por los celulares, nos presentan la figura de Jesús invitándonos a orar con Él; una innumerable cadena de oraciones nos animan a platicar con nuestro Salvador, facilitando, en apariencia, la comunicación; pero, a pesar del colorido y la extraordinaria sensibilidad con las que se narran, parece que todos esos mensajes se quedarán cautivos en la memoria del teléfono inteligente.

“Y les dijo entonces: Mi alma siente angustias mortales, aguardad aquí y velad conmigo. Y adelantándose algunos pasos, se postró en tierra, caído sobre su rostro orando y diciendo: Padre mío, si es posible, no me hagas beber este cáliz, pero no obstante, no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú.” (Mt 26:38-39).

Para Dios no existen imposibles, sin duda, se percata de nuestra devoción expresada en los aparatos modernos de comunicación, pero, ¿acaso no es mejor tener un diálogo personal con Jesús, que mandarle un mensaje de texto? ¿Por qué pensamos ahora, que nuestro Señor podría no escucharnos si nos postramos de rodillas en el suelo y le hablamos con las palabras que nacen del corazón?

No permitamos que nada ni nadie nos arrebaten la cercanía con nuestro Creador, Él está aquí, ahora y siempre, quiere escuchar nuestra voz y sentir que aún no hemos perdido nuestra calidad de hijos. ¿Acaso hay mejor comunicación que la de tener frente a nosotros a nuestro Padre?

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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