“Pues a los que él tiene especialmente previstos, también los predestinó para que se hiciesen conforme a la imagen de su Hijo Jesucristo, por manera que sea el mismo Hijo del primogénito entre muchos hermanos. Y a estos que ha predestinado, también los ha llamado, y a quienes ha llamado, también ha justificado, y a los que ha justificado también los ha glorificado.” (Romanos 8:29-30).

Mira que estoy resentido mi Señor, mas tú sabes que no es contigo, tal vez, lo esté conmigo mismo, porque en ocasiones me siento tan distante de ti como de mi familia; sin duda, debo de ser yo, y al no reconocer mis errores, trato de culpar a otros. Mira que me siento ofendido, sobre todo cuando me hacen sentir que soy poca cosa, cuando extiendo los brazos para abrazar a los que amo y no encuentro la respuesta que quiero; mas tengo que conformarme con pensar que si no acudieron a mí, es por algo que está mal, entonces no pienso, que el mal está en ellos, sino en mí, y es cuando recurro a ti, para preguntarte ¿en qué he fallado? Porque tú lo sabes todo, porque tú no me mentirías y me sacarías de mi error; la verdad, no quiero tener este sentimiento que es contrario a lo que me enseñaste, ¿En dónde quedó mi humildad? ¿En dónde el verdadero amor sacrificado? Tú me hiciste mortal y con ello también llevo a cuestas la cruz del pecado original, soy falible, soy débil, pero algo en mi naturaleza me dice que soy diferente; esa diferencia me la han recordado a través de los años mis seres amados; la primera vez lo escuché de labios de mi madre, recuerdo bien sus palabras, era un niño cuando en una ocasión le dije: Madre, ámame como amas a mis demás hermanos, y ella me contestó: Te amo igualmente que tus hermanos, pero, tú no necesitas que te lo esté repitiendo, porque tienes un buen corazón y cerró la respuesta con tus palabras: “No son los que están sanos, sino los enfermos los que necesitan del médico” (Mt:9:12) En otra ocasión, le pedía a mi padre me dejara acompañarlo a los lugares que frecuentaba y me dijo: No puedes acompañarme a donde voy, porque esto no es para ti. Otras veces, cuando nos aquejaban las preocupaciones por motivos de inestabilidad familiar, mis hermanos acudían a mí, asegurando podía ser portador del buen consejo; mi esposa pensó siempre que era un hombre fuerte y confió ciegamente en todo lo que decía; mis hijos pensaron que era invencible, porque nunca me vieron desfallecer ante las adversidades; mis amigos de verdad, se apoyaron y confiaron en mí, pensando que era un sólido pilar; mis pacientes pensaban que podía sanarme a mí mismo; pero sólo tú sabes la verdad, soy pues, el más débil de tus hijos en la tierra, el más vulnerable, tal vez, el más necesitado de sentirse amado, por eso te pido nunca te alejes de mí; sé tú el médico que alivia mi pesar, sé mi padre, para que me conduzcas siempre por el buen camino, sé mi hermano, para que compartas conmigo el buen consejo; sé tú el que me hagas sentir un hombre fuerte y sigue confiando en mí; mantenme siempre de pie cuando sienta que ya no me necesitan mis hijos; sé mi amigo como hasta ahora lo has sido y sigue siendo el sólido pilar donde se asientan todos mis anhelos de buena voluntad; sé mi médico y sana mi cuerpo, mi mente y mi espíritu.

Hablar con Dios es bueno, porque bueno es sólo Dios.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

enfoque_sbc@hotmail.com