“Vosotros, maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a su iglesia, y se sacrificó por ella” (Efesios 5:25).

Y me acoge el cansancio que quiere vencer mi voluntad, porque mi fuerza se desvanece, para que mi cuerpo se relaje y ceda, más, mi encomienda es más fuerte que mi cansancio, porque obedece a la voluntad del Señor. Ven Espíritu Santo e ilumina el intelecto, sin arrogancia, con la humildad del buen siervo, que muestra gratitud sincera al Padre benefactor; y hoy, reconocer es mi argumento, para escribir estas letras, a favor de la mujer, cuya devoción y la entrega, fuerza y amor que sana y transforma, son virtudes de ellas, pues seguro estoy, que la mano de Dios guía para bien a nuestra madre, nuestra esposa, nuestras hermanas, hijas y nietas. Y he de reconocer, y afirmo convencido de corazón, que el Señor habita en mi casa y que su madre bendita cubre con su Divino Manto a toda mi familia, amigos y allegados de buen corazón, de fe indiscutible; de ahí mi gratitud y gozo, al saberme y sentirme afortunado y bendecido.

Hoy mi reconocimiento sincero a la madre de mis hijos, que igual que mi madre y todas las madres abnegadas, se entrega y sacrifican por los que aman, pues es su felicidad el ver la felicidad y salud en su prójimo.

Mucho le falta por crecer y madurar a mi espíritu, quien se revela en ocasiones, por el apego al egoísmo de buscar la paz propia, antes de lograr la paz de aquellos que más la merecen, y siendo mi empeño cautivo por mis penas y debilidades, le pido al Padre Celestial, teniendo como abogado mío a Cristo, para que interceda por mí y me libere de mi natural e ingrata resistencia, pues si de algo carecí en mi infancia, que causara dolor o resentimiento, sensación de orfandad o aislamiento, esto, no debe de volverse en contra de los que amo y amaré mientras tenga aliento, y aún más allá, si mi Señor y maestro así lo considera.

Señor mío y Dios mío, te pido abundante vida y salud para todas ellas, y para mí y los que se resisten a liberarse del egoísmo, te pido perdón y misericordia, porque como ovejas perdidas al escuchar la voz del Buen Pastor, seguro estoy que de ser los últimos, seremos los primeros en acudir para alabarte.

Bendice Señor a nuestra familia, y bendice todos nuestros Domingos familiares y así como me diste fuerza para seguir de pie y permanecer despierto con mi lámpara encendida, enciende la luz de los que viven en la oscuridad y guíalos por el buen camino, abre su corazón y que sus palabras fluyan por su boca, para dar testimonio de tu amor, tu poder y tu grandeza.

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