“Guardaos bien de hacer vuestras obras buenas en presencia de los hombres con el fin de que os vean: de otra manera no recibiréis su galardón de vuestro Padre que está en los cielos. Y así cuando des limosna no quieras publicarla a son de trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, o plazas, a fin de ser honrados de los hombres. Mas tú cuando des limosna, haz que tu mano izquierda no perciba lo que hace tu derecha” (Mt. 6:3).
Bienaventurado aquél que de corazón entrega sus servicios a su prójimo y lo hace sin esperar nada a cambio, porque sabe que sus buenas obras, tendrán recompensa en el cielo, y ésta será mayor a la que pueda recibir en la tierra; más, el que mide hasta los pasos que da al otorgar un beneficio y disimuladamente exhibe una supuesta entrega de corazón, pero se delata al pretender obtener retribución, ya sea material o emocional, para satisfacer su ego, no estará en gracia de Dios.
Que tu mano izquierda no perciba lo que hace tu derecha, mantén silencio sin resentimiento, de otra forma, nada de lo que hagas podrá ser bien visto, no entres en competencia con otros buscando estar por encima de los demás, busca con humildad el puesto en el que puedas servir y no servirte de los otros; mantén la armonía en tu entorno y tú paz interior; no veas con malos ojos a quienes consideras deberían hacer lo que tú estás haciendo y no lo hacen, no todos tienen afinidad con tus ideas y tienen su particular enfoque de las situaciones que enfrentan. No te pongas a juzgar a tu prójimo, no veas en él solamente lo que consideras defectos, porque con ello sólo demostrarás que no es amor lo que te impulsa a hacer cosas buenas, recuerda que el que no ama a su hermano, no puede decir que ama a Cristo.

“Porque el reino de los cielos se parece a un padre de familia, que al romper el día salió a alquilar jornaleros para su viña, y ajustándose con ellos en un denario por día, enviólos a su viña. Saliendo después, cerca de la hora tercia, se encontró a otros que estaban mano sobre mano en la plaza y díjoles: Andad también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Otras dos veces salió a eso de la hora sexta, y de la hora de nona, e hizo lo mismo. Finalmente salió a eso de la hora undécima, y vio a otros que estaban todavía sin hacer nada, y les dijo: ¿Cómo os estáis aquí de ociosos todo el día? Respondiéronle: Es que nadie nos ha alquilado. Díjoles: Pues id también vosotros a mi viña. Puesto el sol, dijo el dueño de la viña a su mayordomo: Llamad a los trabajadores y págales el jornal y empezaron desde los postreros y acabando en los primeros. Venidos, pues, los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron un denario cada uno. Cuando al final llegaron los primeros, se imaginaron que les darían más. Pero, no obstante, estos recibieron igualmente cada un denario. Y al recibirlo murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos últimos no han trabajado más que una hora, y los has igualado con nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor. Mas él, por respuesta dijo a uno de ellos: Amigo, yo no te hago agravio. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Toma pues lo que es tuyo, y vete: yo quiero dar a éste, bien que sea el último, tanto como a ti. ¿Acaso no puedo hacer de lo mío lo que quiero? ; ¿O ha de ser tu ojo malo o envidioso, porque yo soy bueno? De esta suerte, los postreros en este mundo serán primeros en el reino de los cielos; y los primeros, postreros. Muchos empero, son los llamados, mas pocos los escogidos.” (Mt 20: 116).
Dios bendiga a nuestra familia, y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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