“No queráis, hermanos, hablar mal los unos de los otros. Quien habla mal de un hermano, o quien juzga a su hermano, éste tal, de la ley habla mal, y a la ley juzga, o condena. Mas si tú juzgas a la ley, ya no eres observador de la ley, sino que te haces juez de ella” (Santiago 4:11).
¿Te has sentido alguna vez incómodo cuando no se toma tu parecer para hacer tal o cual cosa? Sea causa justa o no, es necesario proponer antes de imponer; más, si fuera cosa juzgada por la ley, de qué valdría consultar a los hermanos, pues si todos nos sujetáramos a la misma, con conocimiento pleno, impóngase la ley con justicia, velando siempre que los juzgadores, no busquen imponer su voluntad al amparo de la misma.
Recordemos que Jesús dijo: “No ignoráis que los príncipes de las naciones avasallan a sus pueblos, y que sus magnates los dominan con imperio. No ha de ser así entre vosotros, sino que quien aspire a ser mayor entre vosotros, debe de ser vuestro criado. Y el que quiera ser entre vosotros el primero, ha de ser vuestro siervo. Al modo que el Hijo del hombre, no ha venido a ser servido, sino a servir, y a dar su vida para redención del mundo” (Mt 20:25-28).
No hay nadie que teniendo conciencia, pueda ser obligado a ser verdugo de sus hermanos, acaso no somos todos consecuentes con el pecado y solemos pesar nuestros errores con plumas en lugar de piedras. Antes de arrojar la piedra, piénsalos dos veces, no sea que esa misma piedra regrese a ti.
¿A quién te quieres parecer? ¿Qué impulsa tu desquite? ¿Será odio, envidia o será venganza?
Quién busca poner distancia en el amor entre hermanos, habla mal del hermano, habla mal de la ley y ya no es observador de la misma.
Dios envíe a su Espíritu Santo, para que nos guíe con sabiduría en todas las situaciones que bien merecen ponerse en consideración del corazón y no de las emociones que se desvían del camino de la verdad.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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