Dad y se os dará; dad abundantemente y se os echará en el seno una buena medida, apretada y bien colmada hasta que se derrame. Porque con la misma medida con que midiereis a los demás, se os medirá a vosotros” (Lc 6:38).
La semana próxima pasada fue propicia para que de alguna forma u otra todos lo que tenemos interacción en el entorno, mostráramos gratitud por las bendiciones recibidas; sin duda, esto hubiera pasado desapercibido para muchos, si en nuestra existencia estuviéramos experimentando sordera o ceguera espiritual.
En el tiempo comentado, recibí y manifesté gratitud, lo primero, de parte de algunos de mis pacientes, que aseguran, que he contribuido para restablecer su salud; lo segundo, porque al sentir la entrega de energía positiva, mi espíritu se llenó de gozo y agradeció a Dios la dicha de poder servir con humildad a mi prójimo. No me basta el saber que se me paga por prestar un servicio, más me llena de satisfacción mi ejercicio profesional, cuando el beneficiario siente que en realidad estoy haciendo algo por él y me obsequian en ese sentimiento, la gratitud. Tal vez, no debería de hablar de ello, porque podría interpretarse como un gesto de alabanza personal que demerita el verdadero sentido humanitario de mi quehacer, pero al callarlo, siento que estaría faltando a mi honestidad, al no reconocer en ello la mano de Dios, para que unos y otros estemos agradecidos con el Señor, por las oportunidades que nos brinda para hermanarnos en Cristo Jesús.
Por otro lado, es triste observar, cómo algunas personas relacionadas con el proceso de la beneficencia, se muestran indiferentes, por privilegiar estrictamente el cumplimiento de su función, sin mediar la misericordia, ni para los más necesitados, en el caso de la salud, ni para los prestadores de los servicios, en ese importante rubro de la vida.
Por ningún motivo se debe de pisotear la dignidad de las personas, menos, por el hecho de especular, que tanto los pacientes como los prestadores de servicios de salud simulamos; los primeros, en lo referente a los males que amenazan su vida; y los segundos, por pretender consultar a un menor número de pacientes, insistiendo, que se requiere de tiempo para dar consultas de calidad y no solamente un servicio acotado que no resuelve en ningún sentido la necesidad de ambos