“En el Señor se gloriará mi alma. Óiganlo los humildes, y consuélense. Engrandecer conmigo al Señor, y todos a una ensalcemos su Nombre. Acudí solícitamente al Señor, y me oyó y me sacó de todas mis tribulaciones. Acercaos vosotros a él y los iluminará y no quedaréis sonrojados. Clamó este pobre, y el Señor le oyó, y librole de todas sus angustias” (Salmo 33:3-7)

¡Oh Jesús Cristo! qué suave es tu pisada, pero es tan poderoso tu caminar que me resulta imposible no percibir tu cercanía y este viento tan cálido que anuncia tu llegada, es como una sutil caricia que despierta en mi ser una alegría tan esperada. Sé que estás aquí mi Señor, te siento, te busco con la mirada y puedo sentir que me estás viendo; no estas ni cerca, ni lejos, estás precisamente aquí; tu presencia dulcifica mi forma de ser, desaparecen mis preocupaciones, mis angustias, todo signo de desesperanza, recibo el calor que irradia tu luminosidad bendita, y el amor que emana de tu sangrado corazón es recibido con sumo beneplácito por mi espíritu, restableciendo la paz y la armonía que reclama el universo del cual formo parte por voluntad tuya.

¡0h Jesús Cristo! fuente inagotable de sabiduría, de amor perdurable y vencedor de la muerte, salvador nuestro, no te alejes de tus hijos en la tierra, auxílianos en nuestros momentos de quebranto físico, mental y espiritual, ayúdanos a mantener firme nuestra fe, a no dejarnos vencer por las mezquindades.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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