“Asegura constantemente mis pasos por tus senderos, a fin de que mis pies no resbalen. Yo he clamado a ti, Dios mío, porque siempre me has oído benignamente; inclina, pues, hacia mí tus oídos, y escucha mis palabras. Haz brillar de modo maravilloso tus misericordias, ¡oh Salvador de los que en ti esperan! (Salmo 16:5-7).

Protégeme Señor de mí mismo, y cuando me veas débil, fortaléceme con tu presencia, con tus palabras, con tu misericordia. Protégeme Señor de mis pensamientos pesimistas, de mi sentimiento de minusvalía y de mi impotencia, de mi poca tolerancia a la frustración, no permitas que tropiece con mi torpeza.

Jesús, tú sabes que te amo, pero cuando parezca que no es así, pregúntamelo tantas veces como tú quieras, porque soy humano, soy frágil y necesito sentir el peso de tu mano sobre mi hombro, entonces yo te contestaré diciendo: Señor tú sabes que te amo y que sin ti no soy nada.

Mira, Padre, cómo mi espíritu me reclama por ser tan débil, por evidenciar mis miedos ante la incertidumbre que emana de un pueblo que pareciera un rebaño de ovejas sin su pastor.

Señor, tú que eres el Buen Pastor, rescátanos de la idolatría y de la ignorancia, abre nuestros ojos a la verdad y fortalece nuestra fe, te lo pedimos por tu amado hijo Jesucristo, nuestro salvador, que ha vencido al mundo y nos muestra el camino hacia ti.

Dios bendiga a nuestra familia, bendiga y proteja a nuestra amada patria, y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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