“Mas Dios dador de toda gracia, que nos llamó a su eterna gloria por Jesucristo, después que hayáis padecido un poco, él mismo os perfeccionará, fortificará y consolidará” ( 1 Pedro 5:10).
El dolor nos ha acompañado de una forma a otra durante la pandemia, ya sea que estemos laborando o que estemos quedándonos en casa, lo mismo se queja el niño que el adulto mayor, sea hombre o mujer; para los que ya padecían dolores crónicos y aseguraban que estaban acostumbrados a ellos y los toleraban, ya sea con analgésicos o porque el dolor era aún soportable, aseguran que la intensidad de los mismos se ha acentuado, incluso, que han aparecido dolores no habituales en otras partes del cuerpo. Algunos relacionan frecuentemente los dolores con la posibilidad de estar enfrentando el contagio del virus que ocasiona Covid-19, otros al estrés, y algunos más debido a la falta de ejercicio o por estar adoptando posturas incorrectas, ya sea en el trabajo o en el hogar.
El dolor siempre ha existido, es una forma en la que el cuerpo nos avisa que algo está ocurriendo en nuestro organismo, si tomamos en cuenta este concepto, el padecer dolores sería visto como una oportunidad para dejar de hacer aquello que estamos haciendo mal o hacer aquello que dejamos de hacer y nos hacía bien.
No todo el dolor es resultado de una dolencia física, en muchas ocasiones, el dolor se dispara debido a desequilibrios emocionales, y vaya que desde el año 2019 en que inició la pandemia, hay suficientes motivos para tener trastornos emocionales, ya sea por la pérdida de algún familiar, amigo o compañero de trabajo, ya sea, por el miedo que se ha generado ante el temor de padecer la enfermedad citada.
Seguramente, que el estar tan pendientes de todo lo que ocurre con motivo de la pandemia, pocos habrán tomado en cuenta, que si buscamos la ayuda de Dios, para que nuestra entidad espiritual mantenga la calma, se podría disminuir la intensidad o la presencia de cualquier dolor que nos aqueje. Acostumbrados como estamos a calmar nuestro dolor tomando tabletas o inyectándonos analgésicos, jamás pensaríamos, que no hay dolor por grande que sea, que no pueda ser aliviado cuando hay paz en nuestro corazón y tranquilidad en nuestra conciencia, y cuando nuestra capacidad para mantener la calma interior ha fallado, pasamos a un estado de plena inestabilidad y perdemos el control de nuestra voluntad.
Recordemos que Jesucristo nos obsequia la fórmula para encontrar la solución a todos nuestros problemas: “Pedir y se os dará: buscad, y hallaréis: llamad y se os abrirá” (Mt 7:7).
Entonces queridos hermanos, a pedir con fe, para que todas nuestras dolencias físicas, mentales y espirituales sean sanadas a una palabra de nuestro Señor Jesucristo.
Dios nuestro, tú que nos hiciste a tu imagen y semejanza, y nos diste una estructura perfecta y especializada para resguardar el aliento de vida que mantiene intacto el espíritu, danos el poder y la fortaleza para vencer a nuestro enemigo.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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