“Dichosos seréis cuando los hombres por mi causa os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren con mentira toda suerte de mal contra vosotros. Alegraos entonces y regocijaos, porque es muy grande la recompensa que os aguarda en los cielos. Del mismo modo persiguieron a los profetas que ha habido antes que vosotros.” (Mt 5:11-12)
Algunos de ustedes se estarán preguntando ¿qué es lo que está ocurriendo en el mundo? ¿Por qué tantas catástrofes? Otros irán aún más lejos y dirán: ¿Por qué nos castiga Dios de esa manera? Desde mi muy humilde punto de vista, pienso y lo he dicho otras veces, que mucho de lo que nos está ocurriendo es por nuestra causa, por no seguir los mandamientos de Dios para alcanzar una vida plena, para tener un mundo justo y equitativo, donde el amor sea nuestra prioridad y lograr a través de él la paz tan anhelada.
Con el tiempo, nuestra fe se ha construido bajo nuestros propios términos e intereses, y se ha extraviado el verdadero principio para tenerla, y estarla fortaleciendo día a día. Hemos llegado a considerar la ayuda de Dios, como una alternativa a la cual podemos acceder, cuando ya hayan fracasado todos nuestros intentos terrenales de solución de los males que nos aquejan, entonces, desesperados nos ponemos de rodillas para pedir la intervención divina: Señor, sálvanos; Señor salva a nuestro familiar; Señor ayúdame a cargar con esta pesada cruz que llevo a cuestas. A última hora estamos pidiéndole ayuda a Dios, cuando debió ser nuestra primera opción; ¿Por qué lo hacemos de esta manera? Porque nuestra fe en el Señor es demasiado frágil, y eso nos habla de que esta fe se ha sustentado en nuestro ser, sólo como una tradición familiar, y no en base a la experiencia viva a la que sólo se llega encontrando a Dios, pidiéndole todos los días de nuestra existencia, se quede con nosotros, que nos acompañe en la búsqueda del camino, la verdad y la vida a través del amor de Jesucristo.
Recientemente fuimos testigos de una situación muy triste para los que tenemos fe y reconocemos en Jesús a nuestro salvador, al Dios vivo y Todopoderoso; pues a una opinión de nuestro Obispo Antonio González Sánchez, relacionada con el uso del cubrebocas, desde mi muy particular enfoque, se aprovechó para deformar el sentido de su declaración, ya que queda claro, para los verdaderos creyentes que la alusión de raíz, se hizo para exhortar a los seguidores de Cristo, a seguir teniendo fe en nuestro Señor, para que nos ayude a salir victoriosos de este catastrófico evento epidemiológico y no para dejar de usar el cubrebocas, mal hubiese sido que nuestro pastor, no significara la importancia de la fe para salir bien librados de esta pandemia.
“Pero yo, Señor, puse en ti mi esperanza. Y tú eres, dije yo, mi Dios; en tus manos está mi suerte: líbrame del poder de mis enemigos, y de aquellos que me persiguen” (Salmo 30:15-16)
Señor en ti confío, líbranos de todo mal, bendice a nuestra familia y bendice todos nuestros Domingos Familiares.
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