“No tenéis vosotros que temer, mi pequeñito rebaño, porque ha sido del agrado de vuestro Padre celestial daros el reino eterno” (Lc 12:32)
Quien no escucha la palabra y no conoce a Jesús, se estará preguntando: ¿Dónde está Jesús de Nazaret, que no responde ante el clamor de los que sufren por verse afectados en su salud por el Covid-19? Quien escucha el Evangelio, pero no lo ha entendido, estará esperando una respuesta contundente de Cristo, ante la situación sanitaria que estamos viviendo; más, quien permanece firme en la fe, está confiado en la salvación, porque cree en él, está seguro de su amor y de su poder.
Es de recordar que en momentos como los que estamos viviendo, el Señor nos dice: “Así os digo yo, añadió Jesús: Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquél que pide, recibe; y quien busca halla; y al que llama, se le abrirá” (Lc 11:9:10).
No nos cansemos de hacer oración pidiéndole a Jesús misericordia, él no quiere más sacrificios, quiere la salud y la salvación del mundo entero: Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh, buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a ti. Para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.
Que el amor que sentimos por Cristo sea más grande que el temor a enfrentar al enemigo, porque así como él venció a la muerte, así venceremos nosotros, para dar gloria a Dios.
Pidamos al Señor, nuestro Dios, envíe al Espíritu Santo, para encontrar una pronta y efectiva solución a nuestros problemas de salud, y una vez pasada la tribulación, nos reincorporemos a la vida con un corazón renovado, lleno de amor por su divinidad y amor por nuestro prójimo.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga nuestros Domingos Familiares.
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