“Y os daré un nuevo corazón, y pondré en medio de vosotros un nuevo espíritu, y quitaré de vuestro cuerpo el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré el espíritu mío en medio de vosotros, y haré que guardéis mis preceptos, y observéis mis leyes, y las practiquéis” (Ezequiel 34:26-27)

¡Oh mi Señor! has enviado este fuerte viento para que sacuda el árbol de nuestra vida, muchas hojas han caído, algunas secas y otras verdes, y nosotros seguimos aferrados a tu palabra, reafirmando nuestra fe y el amor por ti, con temor, sí, de que nos alcance el viento, pero confiados en tu misericordia y en el amor que nos tienes, llenos de esperanza en los tiempos venideros.

Obséquianos Padre un corazón nuevo, donde sólo tenga cabida el amor por ti y por nuestro prójimo, un amor como el tuyo, que no hace distingos, que es justo, que es compasivo y misericordioso, que perdona y da frutos en abundancia.

Jesús mío y Dios mío, tú nos diste de tomar el agua viva de tu amor infinito y nos has mostrado cuál es el camino, la verdad y la vida, permítenos seguir caminando a tu lado y sembrar en tierra fértil la semilla de tu palabra, porque no habrá viento más fuerte que tu voluntad, para renovar todo cuanto sea necesario en nuestro ser, sobre todo, nuestro corazón de piedra, endurecido por el egoísmo y nuestra falta de humildad.

Señor, envía tu Espíritu Santo a iluminar la tierra, para despejar el cielo gris que ensombrece nuestro tiempo.

Bendice Padre, a nuestra familia, y bendice todos nuestros Domingos Familiares.

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