“En verdad os digo que hay aquí algunos que no se han de morir antes que vean al Hijo del hombre aparecer en el esplendor de su reino” (Mt 16:28).
Mi corazón te recibe, ¡oh Señor!, con verdadero gozo, mi corazón se regocija al renovarse mi fe, pues has llegado para quedarte para siempre conmigo y con mi prójimo, y la luz divina que emana de tu inmenso amor, iluminará el camino de los que andaban perdidos en la oscuridad de su ignorancia; abrirá los ojos al ciego que te vio pasar y no te reconoció; afinará los oídos al sordo que no ha querido escuchar tu palabra y sacudirá al necio que se empeña en negar tu divinidad y minimiza tu poder; hará caminar al paralitico que lleva a cuestas el gran peso de sus pecados, al perdonar su flaqueza que lo había debilitado; quitará los obstáculos del camino a los que tropezamos con nuestras debilidades y nuestros miedos, para mantener la firmeza de nuestra fe; despertará a los que se encuentran dormidos en la complacencia del menor esfuerzo, y han hecho de sus vidas, un saco pesado para los que se levantan temprano a trabajar; allanará el camino de los justos, para llevar justicia y paz a los desamparados; corregirá el pensamiento obcecado de los que se empeñan en creer más en sí mismos, que en la sabiduría del Espíritu Santo; abrirá el conocimiento a los humildes de corazón, para mantener un sano equilibrio entre el hombre y la naturaleza. Sanará a nuestra tierra y vendrán años gloriosos.
“Dijole Jesús: Tú has creído, ¡oh Tomás!, porque me has visto: bienaventurados aquellos que sin haberme visto han creído” (Jn 20:29).
Recibamos en nuestro corazón a Jesús y vivamos a plenitud su amor por nosotros.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
enfoque_sbc@hotmail.com