“Mi corazón, ¡oh Dios!, está pronto; dispuesto está mi corazón, yo cantaré y entonaré salmos. Ea, levántate, gloria mía, apresúrate, ¡oh salterio y cítara! Yo me levantaré al rayar el alba. Te alabaré, oh Señor, en medio de los pueblos, y te cantaré himnos entre las naciones; porque hasta los cielos ha sido ensalzada tu misericordia, y hasta las nubes tu verdad. ¡Oh Dios mío!, ensálzate tú mismo sobre los cielos, y tu gloria por toda la tierra.” (Salmos 56:8-12).
Si salgo a buscar mi felicidad, es posible que la felicidad me encuentre primero, porque pueda estar mi concepto equivocado y crea que merezco todo lo que busco, cuando en realidad, nada tendría que buscar porque mi Señor me lo ha dado todo.
Si buscas la felicidad, tal vez sea porque estando contigo, siempre pensaste que era otra cosa; aquella por la que muchos luchan por conseguir, pero que no saben definir y no la encuentran; por eso, muchos fracasan en su intento de ser felices, porque la felicidad siempre ha estado con nosotros. Más si tú eres de los que nunca están conformes con lo que tienen, y por eso quieren más de lo que merecen, seguirán buscándola a ciegas, pero yo les digo, que están buscando en un lugar equivocado.
Antes de buscar afuera, busquen la felicidad en su interior, no se desanimen si lo primero que encuentran es un vacío, porque ese vacío, está lleno de amor, del amor que Jesús, nuestro salvador, derramó a través de su sangre bendita para cubrirnos a todos y quedar así perdonados de nuestros pecados.
Señor mío y Dios mío, ten misericordia de tu pueblo y perdónanos.
Dios bendiga a nuestra familia, y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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