“Por eso dice el Señor: Levántate, tú que duermes, y resucita de la muerte, y te alumbrará Cristo. Y así mirad, hermanos, no andéis con gran circunspección, no como necios, sino como prudentes, recobrando en cierto modo el tiempo perdido, porque los días de nuestra vida son malos. Por tanto no seáis indiscretos e inconsiderados, sino atentos sobre cuál es, la voluntad de Dios.”(Efesios 5:14-17).
Existen muchas maneras de ver y atender un problema, pero habiendo tantas formas de verlo y atenderlo, por la falta de acuerdos, todas resultan insuficientes, inefectivas e imperfectas; con todo ello, nadie resulta exento de responsabilidad, cuando la toma de decisiones dan como resultados hechos qué lamentar, debido al impacto por la falta de planeación, dirección, coordinación y precisa definición de las acciones.
El hombre, históricamente, ha enfrentado dificultades para tomar decisiones debido a factores externos como el entorno cultural, social y económico, así como factores internos, que definen la capacidad innata o adquirida para resolver situaciones complicadas; de ahí que, en un momento dado, accede a buscar salidas que provienen de terceras personas o grupos, con o sin suficiente conocimiento, con o sin suficiente solvencia moral, y nos abandonamos a su voluntad, aceptando en muchas ocasiones como válidos los resultados catastróficos, cuando estos debieron de evitarse o limitarse al mínimo.
Aún no encuentro explicación para el hecho de que muchas personas se resistan a seguir indicaciones que, incluso, por sentido común nos pueden poner a salvo de una situación que comprometa nuestra salud, la salud de los demás o la vida.
Lo de hoy es un tema que seguirá en los titulares de los noticieros y las redes sociales, creando en el ser humano un cúmulo de emociones que van desde el miedo, la tristeza, la impotencia, y con el tiempo, para algunos, la resignación, pensando en que esto tenía que ser así, y la pandemia se cobraría nuestro exceso de confianza, nuestra ignorancia, nuestra falso sentimiento de seguridad, aseverando que no se podía evitar, cuando en realidad, había muchas cosas qué hacer para prevenir y limitar el daño.
¿Cuánto más nos faltará por aprender? ¿Cuándo dejaremos de ser egoístas, vanidosos, prepotentes, ambiciosos, hipócritas e insensibles? Jesús, háblanos y muéstranos con tus enseñanzas cuál es el camino a seguir.
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos y humildes, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los que tienen puro el corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mt 5:3-10)
Dos bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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