“Algún tiempo después habiendo convocado a los doce apóstoles, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y virtud de curar enfermedades. Y envióles a predicar el reino de Dios, y dar salud a los enfermos.” (Lc 9:1-2)
Muchos buscan tener un poder especial para sobresalir entre todos los demás, algunos, lo logran a través del dinero, de la ciencia, de la política; pero han encontrado que los resultados son efímeros, además de ser selectivamente injustos, incluso nocivos para el resto del mundo. Quien busca tener poder y se empeña en ello, seguramente podrá adquirirlo en menor o mayor grado; el adquirir un poder sólo para estar por encima de otros, no tiene nada que ver con ser pobre o ser rico, requiere más bien de ser ambicioso, de tener un carácter firme, decidido y en ocasiones, con una moral relajada, donde poco importa la vida, porque sus acciones pueden causar, incluso, la muerte durante todo el trayecto a su ascenso al sitio donde pueda ejercer su soberana voluntad.
El poder para sí mismo, no implica la ayuda de Dios para obtenerlo, el poder para servir al prójimo sí proviene de la voluntad del Padre, quien antes de concederlo, se asegura de que en el corazón de aquellos a quienes se les concede, exista la renuncia a sí mismo, para dar paso al amor por su prójimo.
Dios nuestro Señor nos obsequia, a los hombres y mujeres de buena voluntad que profesamos la fe cristiana, herramientas espirituales para promover a nuestro favor el único poder que puede transformar nuestra vida para el bien común, sin mayor ambición que ver sanos y felices a los demás.
Busquemos con afán y verdadera devoción cristiana, el estar en gracia de Dios, él iluminará nuestra vida, para obsequiarnos el mayor poder del universo: El amor. Quien tiene el poder que da el amor, podrá sanarse a sí mismo y sanar a los demás.
Señor, no te alejes de tu pueblo, si algo ambiciono en estos momentos es la salud y la vida de todos tus hijos en la tierra.
Dios bendiga a nuestra familia con abundante salud, nos obsequie el don de la misericordia y la fortaleza para aumentar nuestra fe, para que nuestras oraciones sean escuchadas para la sanidad total de nuestro planeta. Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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