Siendo el hombre y la mujer creación de Dios, el mal, no puede reinar en el corazón de ambos, si acaso, podría asomarse cuando nuestra fe permanece olvidada en la confianza de que somos hijos de Dios y del hecho irrefutable de que el Señor no nos abandonará jamás. Nuestra fe podría parecer débil, pero el mal nos recordará, al final, que nadie puede ser más grande y tener más poder que Dios.
Tú, el que parece no estar consciente del mal que generas, mejor que nadie sabes lo que estás haciendo, porque en el fondo, tu corazón reprueba tus acciones, recuerda que nunca es tarde para arrepentirse, y que ninguna oración es efectiva si no hay un verdadero arrepentimiento.
La mayor riqueza que el hombre puede tener, no se encuentra en este mundo, Dios puso a nuestro alcance los bienes materiales para tener una vida más confortable, pero estos bienes, al acumularse, podrían estorbar tanto, que dificulten el camino para llegar al final de tu destino, de ahí que recuerdes que venimos al mundo desnudos y así habremos de irnos.
Tú, cuya mirada delata los pensamientos negativos que preceden a tus obras nocivas, recuerda que Dios te está observando, que no hay lugar donde puedas ocultarte y que tarde o temprano habrás de tropezar hasta con tu propia sombra; aún hay tiempo de acercarte al Señor y salvar tu alma.
Hoy le hablo a tu corazón para que tu mente escuche, para que tu espíritu se mantenga en vigilia, en atenta espera, con la lámpara encendida para recibir a tu salvador.
“En aquel día, saliendo Jesús de casa, fue y sentóse a la orilla del mar. Y se juntó alrededor de Él un concurso tan grande de gentes que le fue preciso entrar en una barca, y tomar asiento en ella; y todo el pueblo estaba en la ribera; al cual habló de muchas cosas por medio de parábolas, diciendo: Salió una vez cierto sembrador a sembrar; y al esparcir los granos, algunos cayeron cerca del camino; y vinieron las aves del cielo y se las comieron.
Otros cayeron en pedregales, donde había poca tierra, y luego brotaron, por estar muy someros en la tierra, mas nacido el sol se quemaron y se secaron, porque casi no tenían raices. Otros granos cayeron entre espinas, y crecieron las espinas y los sofocaron. Otros,, en fin, cayeron en buena tierra, y dieron frutos, donde ciento por uno, donde sesenta y donde treinta. Quien tenga oídos para entender que entienda.” (Mt 13:1-9)
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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