“Porque yo soy el Señor tu Dios, que te tomo por la mano, y te estoy diciendo: No temas, que soy yo el que te socorro” (Is 41:13)
Sentir el contacto del amor, reconforta al desvalido, tomar su mano y trasmitir el calor y las propias pulsaciones del corazón, alejan la frialdad de lo siniestro y alegran al corazón convaleciente. El Señor mi Dios está contigo y con todos aquellos que le escuchan y honran su palabra.

¿Podría acaso una parte del todo separarse de la más pequeña expresión del amor eterno? Mi Dios, nuestro Dios está aquí, se puede sentir cuando más lo necesito y lo necesitas, se puede ver en una mirada de infinita compasión y ternura de una madre que convalece en su cama, esperando que una mano amorosa tome la suya para transmitirle la misericordia que el Señor manifiesta ante el dolor; y la madre permanece callada, pero no insensible a lo que pasa a su alrededor no requiere de hablar para seguirle diciendo a sus hijos cuánto los ama; ahora sólo necesita escuchar y sentir que es amada, que a pesar de su inconveniente estado para expresar a plenitud todo lo que siente, su corazón amado está presto para recibir, de cada una de sus partes, la expresión de amor más puro y desinteresado que ella misma ofreció en el esplendor de su existencia.

Toca pues mi mano, con el amor más puro, con el mismo amor con el que Jesucristo nos ha amado, él está aquí, está contigo y está conmigo hasta sanarnos, perdonando nuestros pecados.

“Y la oración nacida de la fe salvará al enfermo, y el Señor le aliviará y si se halla con pecados, se le perdonarán” (Sant 5:15)
Que Dios Padre siga bendiciéndonos con su amor, con el mismo amor que nos ha dispensado Jesucristo nuestro salvador y que el Espíritu Santo reine en nuestro corazón hoy y siempre. Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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