“Danos, pues a conocer el poder de tu diestra, y concédenos un corazón instruido en la sabiduría” (Salmo 89:12)

He de reconocer que no soy el mismo, lo digo con humildad; si de niño fui mejor persona, disfruté por ello de paz en espíritu, después llegó a mi vida una sombra y si no fui un adolescente cruel, fui retraído y nada pude dar de mí para alegrar la vida de los demás, entonces pequé de omisión y me justifiqué al sentirme vacío; pero nunca te fuiste mi Señor, me mantuviste a salvo de mí egoísmo y de aquellos que no pensaron que me hacían daño y me lo hacían; desperté entonces a mi juventud, como si hubiese resucitado a una nueva vida, al verme solo, decidiste que estuviera acompañado por un espíritu de evidente sutil pureza, y empezaste a moldear mi vida como el alfarero al barro, y yo me dejé llevar por tu amor y tu sabiduría; me volviste entonces cordial y prudente, solidario con un toque de misericordia, abandoné mi queja y mi dolor para aceptar el dolor ajeno, después me interné en el desierto de los retos y las duras pruebas, y pensando que me habías abandonado, me abandoné a mí mismo, mas siempre me pregunté cómo podía levantarme después de las dolorosas caídas, de dónde sacaba fuerza para seguir caminando, de dónde el aliento para seguir viviendo; seguramente que aquella brisa o aquella lluvia inesperada que calmaba el sufrimiento eras Tú, de otra manera no puedo explicarlo, y ahora sé que nunca me has abandonado; y doy fe que en estos momentos estás conmigo, porque si así no fuera, no podría explicarme esta manera de expresarte mi gratitud eterna.

He de reconocer mi Señor, que no soy el mismo, y que tu amor por mí es el que me ha transformado; he de reconocer, que deberé seguir luchando por alcanzar tu divina misericordia, porque Tú mejor que nadie sabe que nos soy perfecto y que si aspiro a la dicha de saberme agraciado con la divinidad de tu presencia y te suplico que me ilumines con el don de la sabiduría, es para limpiar mi espíritu del egoísmo que me hace caer cuando me aferro a perpetuar los sentimientos mezquinos.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros propósitos de enmienda, que nos ilumine con su sabiduría para ver en nuestro prójimo desvalido nuestra verdadera vocación de cristianos. Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com