Hoy se inicia la Semana Santa con la celebración del Domingo de Ramos.

Para celebrar la Pascua, Jesucristo subió a Jerusalén acompañado de sus discípulos. La entrada en la ciudad fue espectacular: Jesús recibido como rey y aclamado por el pueblo como Mesías. Tal hecho, que desbordó el ánimo de la gente al verlo, provocó a los maestros de la ley, fariseos y sacerdotes, quienes tomaron la decisión de acabar con él: ¡matarlo!

La Semana Santa se abre con este acontecimiento para hacer ver que las obras de Jesús siempre incomodaron a las autoridades judías y este nuevo acontecimiento es el pretexto perfecto para proceder según sus planes, ya que “buscaban un motivo para apresarlo”. (Mc. 14:1) e iniciar un proceso en su contra, mismo que se irá plasmando en la liturgia a lo largo de la semana: captura, juicio, condena y crucifixión (la pasión del Señor).

Hoy la liturgia presenta dos hechos contrastantes: se pasa de la fiesta y el gozo a la tragedia y la muerte. Mientras que una parte del pueblo reconoce a Jesús como Mesías liberador; otros ven en él, y en su predicación, una amenaza contra el orden político-religioso y contra la moral tradicional; los primeros lo reciben con el corazón abierto y agradeciendo la llegada de un Reino de justicia y paz: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!; los otros con el corazón endurecido, lo rechazan y lo desprecian.
¿Cuál es la invitación?

A que el Domingo de Ramos no sea una procesión más en nuestra vida, sino un momento de reflexión, sincero y profundo; para preguntarse cómo y de qué manera hemos recibido al Señor en nuestra vida. ¿Qué representa él para nosotros?

A que el recuerdo de la Pasión del Señor no sólo mueva y saque de nuestro interior los mejores sentimientos, sino que nos haga compasivos, es decir, capaces de padecer con los demás, tomando, también nosotros, la condición de siervo.

A que veamos más allá de lo narrado y que, como dice el profeta Isaías, “mañana tras mañana, el Señor despierte nuestro oído para que escuchemos como discípulos” (50:4).

Se puede orar con las palabras de la misa de este domingo: “Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se hiciera hombre y padeciera en la cruz para dar al género humano ejemplo de humildad, concédenos benigno seguir las enseñanzas de su pasión y que merezcamos participar de su gloriosa resurrección”.

Que todos ustedes vivan una Semana Santa en la oración, reflexión y contemplación de la Pasión del Señor Jesús.