Quienes aún son escépticos o agnósticos tendrían que empezar a creer en los milagros.

Me refiero a la soñadora expectativa de que en el regreso a clases presenciales en Tamaulipas el próximo 30 de agosto, no se detecten y hasta proliferen, niños contagiados por Covid 19 sin importar su variante.

Sería en verdad, un milagro.

Por estricto sentido común, me resulta sumamente improbable que entre los miles de pequeños que en el Estado retornen a las aulas no existan ya, en estos momentos –más los que se acumulen– múltiples casos de alumnos víctimas del virus que por su edad en su inmensa mayoría son asintomáticos, pero que en su totalidad, si ya están contagiados, son portadores del mismo.

¿Quiénes van a avalar el buen o mal estado de salud de los menores al entrar a las escuelas?

La primera respuesta no despierta precisamente confianza.

No serán las autoridades de Salud porque no habrá pruebas de positividad en el reingreso. Tampoco serán los padres de familia porque al no observar síntomas y no tener conocimientos clínicos en su mayoría, su dictamen hogareño será que sus hijos están sanos. Menos aún los maestros, porque ellos no tienen otra opción que confiar en la palabra de mamás, papás y tutores.

Mal panorama, sin duda.

Pero la otra respuesta no sólo quita el sueño, sino también aprieta el alma: Como asienta la voz popular, “Dios sabrá”.

¿Habrá que esperar entonces un milagro?

Como creyente puedo sostenerme en esa frase. Mi fe en Dios es infinita, pero jugar a una apuesta con los cielos con la salud de los niños como premio o castigo, la verdad me parece no sólo una grave irresponsabilidad, sino un atentado lindante en lo criminal.

Si es padre de familia y puede pagar un examen, ojalá lo haga. Si no puede hacerlo, tome todas las precauciones sanitarias posibles con sus pequeños, porque hasta ahora, con el riesgo de ser considerado un hereje, ya se ha visto que rezar no es suficiente…

 

LA ‘MODA’ DE SAMUEL

La “moda” ahora es ensalzar las decisiones del gobernador electo de Nuevo León, Samuel García.

Ayer mismo, se aplaudió el que haya incorporado a personajes de la iniciativa privada y de las llamadas ONG’s a su equipo de transición, el cual ya se encarga de la recepción de todo el aparato institucional estatal,

¿Merece ese aplauso?

Lo dudo.

La razón verdadera por la que Samuel integra a esas figuras ajenas a ese ejercicio público, es porque necesita testigos con credibilidad de lo que entregará la administración que encabeza “El Bronco”.

¿Quiénes mejores que el sector privado y organismos autónomos para certificar los errores, negligencias o corruptelas que él espera encontrar en el gabinete de Jaime Rodríguez?

En realidad, lo que está haciendo el nuevo mandatario nuevoleonés es poner el piso desde el inicio de su gestión, de las acciones que ya planea ejecutar para hacer lo que todo nuevo gobernante, sea municipal, estatal o federal: Exaltar los errores del pasado, para maquillar o bajarle el volumen a los que podrían cometer los recién llegados. Y con observadores de calidad.

Nadie puede espantarse de eso, es una práctica común, pero lo que todos deberían demandar en el vecino Estado es que Samuel haga exactamente lo mismo al final de su sexenio.

Ya veremos si para formalizar lo que él entregue, errores y abusos incluidos, también llamará a empresarios o a activistas a revisar su trabajo.

De lengua, asienta la voz popular, me como un plato…

 

LA FRASE DEL DÍA

El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido”…

Winston Churchill

 

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