Un buen día, mi nieta María José, de cinco años, me platicaba cómo le había ido en la escuela, me mostró algunos de sus trabajos, y me explicaba el significado de los mismos según las instrucciones que le había dado su maestra, pero después, se me ocurrió preguntarle qué era lo que ella veía en los dibujos.

Me dijo: Este dibujo significa la familia, aquí puedes ver a mi papá, a mi mamá, a mi hermanito y a mí, como puedes ver estamos tomados de las manos y eso quiere decir que estamos unidos. Muy bien, ahora dime, y este otro dibujo ¿de qué se trata? Ese dibujo se trata del trabajo que pueden tener las personas cuando son grandes y terminaron la escuela; este de aquí es un bombero, esa es una maestra y este otro es un doctor. Muy bien María José ¿y tú a qué te vas a dedicar? Quiero ser mamá, pero también quiero hacer más cosas, no lo sé muy bien ahora, porque me falta mucho para terminar la escuela; oye abuelo, ¿tú siempre has sido doctor? Bueno, después de estudiar, al final llegué a ser médico, pero antes hice muchas cosas, y tuve la oportunidad, de escoger entre todas esas lecciones que aprendí en la vida.

No entiendo, entonces tengo que hacer muchos dibujos de aquello que me gusta, para escoger entre ellos lo que quiero ser de grande. Mira, la maestra te puso algunos ejemplos, pero tú misma irás dibujando en la vida, aquello que más te gusta hacer, y entonces, podrás escoger, no habrá necesidad que nadie escoja por ti. La niña dudó por unos momentos y pensé que debería explicárselo de otra forma, entonces, al ver el frutero que estaba sobre la mesa del comedor, se me ocurrió agarrar una naranja y le pregunté a María: ¿Que tengo en la mano? y ella contesta: una naranja ¿Segura? Sí, abuelo, es una naranja. Y si yo te digo que es más que una naranja me lo creerías.

Yo sé que es una naranja. Mira te mostraré; le quité la cascara a la naranja y le pregunté de nuevo; ahora dime que es lo que ves. La niña titubeó un poco y dijo: Sigo viendo una naranja. Tienes razón, pero esta naranja ya no es la misma, porque le quité la cáscara; ahora mira lo que hago con ella; empecé a separar cada uno de sus gajos y le pregunté de nuevo: ¿Ahora que ves? Ahora veo unos gajos de naranja. ¿Y es la misma naranja? No ahora son gajos de naranja. Ahora mira lo que hago con cada gajo, les empecé a retirar la membrana que contiene a los pequeños saquitos que guardan su jugo, y continué hasta llegar a las semillas, y le expliqué lo siguiente: Cuando nacemos y empezamos a recibir el conocimiento de lo que es la vida, imaginamos que la vida vista de manera simple es como la naranja, o sea que somos únicamente lo que se puede ver, pero, ya te diste cuenta que no es así, porque las personas tenemos muchas piezas. María me interrumpió y dijo: ¿Como los rompecabezas para armar? Así es, como los rompecabezas, cada una de esas piezas es importante para saber lo que somos y lo que queremos, pero si te fijaste bien, dime ¿cuál fue la última pieza que quedó de la naranja?

María contestó de inmediato: La semilla. Así es, tienes mucha razón, quedó la semilla. Recuerda lo que te voy a decir, siempre que pudiera parecer que ya no te quedan más oportunidades para saber quién eres o que harás en la vida, podrás sembrar la semilla que Dios te regaló y guardó en tu corazón, si la siembras en tierra fértil, esta semilla dará abundantes frutos y en cada fruto habrá siempre miles de oportunidades para nacer a una vida nueva. Abuelo, ¿esto que me has dicho al último, me lo podrías volver a decir cuando sea más grande? No habrá necesidad de recordártelo, porque tú ya eres grande.

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