“Oso: fresa y cursi” rezaba aquel papel improvisado que amaneció en la mesa de noche, producto de un comentario de Adán, quien se carcajeaba por la forma en que tejía poemas -o intento de poemas- en mi etapa de adolescente.

A fuerza de ser sinceros, ese recado no cayó nada bien a mi persona, y marcó muchas cosas, aunque no pudo lograr que en el curso de los años siguiera escribiendo de vez en vez uno que otro poema, de esos “cursis” que mi hermano mayor tanto disfrutó en su afán de buscar diversión a costa de lo que hacíamos los demás.
A muchos calendarios de distancia, sigo pensando que el ser cursi, o fresa, como decía Adán, es parte de la personalidad de cada persona, y de alguna manera refleja el interés por plasmar esos días, personas y fechas importantes.

El tercer domingo de junio en México celebramos el día del Padre, y personalmente significa una buena oportunidad para agradecer a ese “señor” todo lo que colaboró para ser lo que soy, pero también para agradecer a tres seres maravillosos el poder haberme entregado a la difícil, muy difícil empresa de tratar de ser padre para cada uno de ellos.

Esta semana, contaminado con pasión futbolera producto del Campeonato Mundial de Fútbol que se lleva a cabo en Rusia, el día del padre tiene distintos significados, aunque la distancia ha sido superada por el afecto y el cariño, pero siempre hace falta ese abrazo que a veces, caprichosamente, la vida nos niega con un ser querido, para luego, en un día común y corriente, entregar nuestro contacto físico con todo el amor del mundo.

Alguien dijo una vez: “diez de mayo todo el año”, refiriéndose a que a la madre hay que celebrarla siempre: al padre, también hay que tenerlo siempre en cuenta, porque no e tercer domingo de julio se es padre sino todo el año: una de las mejores cosas que le pueden suceder a un individuo es experimentar la paternidad, más, cuando el Ser Supremo ha sido tan generoso y nos ha entregado a tres maravillosos seres humanos que nos han permitido “graduarnos” en ese título tan difícil y respetado: “papá”.

Y, ¿Dónde se aprende a ser padre?

Personalmente hemos de reconocer el gran esfuerzo de la familia por estudiar en la mejor universidad para lograrlo: la vida, donde habita ese hombre que con ejemplo y camaradería, con atención suficiente y amor ha podido influir en cada una de nuestras acciones.

Porque, finalmente, los hombres somos lo que somos gracias a los que nos han enseñado lo que son.
Y este domingo seguramente habrá una caminata en solitario con la remembranza correspondiente, desde ya, desde acá, desde lejos muy lejos, pero como dijo Rae, en el libro “Ningún lugar está lejos” de Richard Bach: “si piensas en esa persona, ya estás con ella aunque la distancia sea infinita”, y así sucede en este momento tan especial.

Por lo general, los días del padre nos juntamos a comer o algo de convivencia en casi todos los hogares: hoy, un recuerdo al infinito, a distancia, un agradecimiento por todo llega a tu casa y a tu corazón, porque El sabe lo mucho que agradezco el que hayas estado en mi vida tantos años y sigas haciéndolo.

¿Cómo agradecer? Honrando tu recuerdo y tu memoria, tu presencia actual e infinita, tus bendiciones cotidianas cuando hablamos por teléfono y su carcajada sonora y sincera cuando bromeamos a distancia.
No, padre, no hay forma de agradecer, solo entregando el amor que me han enseñado en casa a compartir con vosotros.

Gracias por existir, por estar siempre ahí, y a cada quien que tenga la fortuna de disfrutar a su padre, les invitamos a que disfrutemos tan maravillosa situación, y elevemos bendiciones por esos ángeles de luz que nos guían en la vida y nos enseñan qué es la luz…

… y como emplearla, en bien de los demás.

¡Feliz Día del Padre, querido amigo y compañero de vida!

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