De acuerdo con el Global Wealth Report 2016 de Credit Suisse, la riqueza en el mundo está concentrada. 0.7% de los adultos (35 millones de personas) concentra el 45% de los activos físicos y financieros del mundo. Sólo 123 mil personas poseen más de 30 millones de dólares y acaparan 9% de la riqueza mundial y 1, 722 pertenecen al selecto grupo de los milmillonarios (billonarios) Este análisis se basa en el estudio de la realidad mexicana que arroja resultados extensibles a otros países.

Entre 2003 y 2014, la economía mexicana creció a un promedio anual de 2,6%. No obstante, la riqueza alcanzó un crecimiento real promedio anual de 7,9% en el mismo período, lo que significa que la riqueza en México se duplicó entre 2004 y 2014. Además se muestra concentración en la propiedad de los activos físicos con que cuentan las unidades de producción registradas en los censos económicos, lo que evidencia la concentración estructural de la economía mexicana: 10% de las empresas concentran 93% de los activos físicos, en tanto que el 90% restante dispone de muy pocos bienes de capital.

En 2015, el gobierno mexicano administraba 23% de los activos, las empresas privadas 19%, las empresas públicas autónomas 9% y las instituciones financieras 5%. Un 7% de los activos financieros estaban en posesión de extranjeros. Las familias concentraban la mayor proporción, 37%, que equivale a 28 billones de pesos. Lamentablemente, la repartición de estos 28 billones de pesos es muy desigual. Dos terceras partes de estos activos físicos y financieros están en manos de 10% de las familias del país, y 1% de las familias concentra más de un tercio. En sí no es problema que haya muy ricos; el aspecto que golpea a la gran mayoría de personas en el mundo y en México es la pobreza en que vive sin opción real para salir de la pobreza.

Para contrarrestar esta desigualdad tan marcada e histórica es imprescindible que se incremente el gasto público de los países, sin embargo gobiernos con deuda externa internacional reciben órdenes del Fondo Monetario Internacional para disminuir el gasto público social lo que afecta de manera directa la posibilidad de salir de la pobreza. Toda persona sin acceso a la salud, a la educación, a ocupar un lugar en la sociedad, se le condena a vivir en estado de sometimiento, casi en esclavitud. Deja de ser persona y se le transforma en cosa, algo que se puede desechar.

Los países que destinan mayores recursos a las funciones sociales son Argentina, Brasil, Colombia y Costa Rica, con más del 20% de su Producto Interno Bruto. Los países que destinan menores proporciones de recursos son Haití y Guatemala, menos del 8% del PIB.

Al analizar la evolución del gasto por función social a nivel de sector público se observa que protección social, educación y salud son las funciones prioritarias en términos de la asignación de recursos, con niveles que en 2015 llegaron, como promedio al 5%, el 4.6% y el 3.4% del Producto Interno Bruto, respectivamente. El nivel educativo es uno de los factores que más influyen en las oportunidades que una persona tendrá en términos de empleo, ingresos, salud, vivienda y otros beneficios individuales y sociales a lo largo de su vida.

El mundo pasa por un período de transformación demográfica; un envejecimiento sostenido de la población. Las desigualdades también se manifiestan y con mayor fuerza durante la

vejez. Se relacionan con cambios en los arreglos de convivencia familiar para recibir a una o varias personas de la tercera edad; la inequidad en el acceso a un ingreso estable a través de pensiones y jubilaciones, los cambios en el estado de salud que exigen atención médica y la disminución en la autonomía física e intelectual; cambios que en situación de pobreza son más dramáticos.