Cruje la delgada rama del árbol de la vida,
ante el liviano peso del ave, que ya cansada,
detuviera el raudo vuelo de su eterno viaje,
a donde no lleva más equipaje que el anhelo
de expresar el motivo de su tenaz desvelo.
Al cantar la hermosa sinfonía del amanecer
y despertar del sueño a los vitales sentidos
que han permanecido dormidos en el olvido,
al no sentirse amados y menos consentidos,
por quien dice saber amar sintiéndose perdido.
Canta el ave al viento y sea el conducto referido
para esparcir las palabras que el alma expresa,
traduciéndolas en los más nobles sentimientos,
reflejados en las más gratas y dulces emociones,
o en su caso, si hubiese amargura y sufrimiento.
La herida de la rama que causa el desencanto,
para que el armonioso canto no llegue a su destino,
es falta de amor el cruel motivo de ese llanto,
que enturbia al río, otrora, más puro y cristalino,
reflejo hoy del ave, del árbol, de la vida y su quebranto.
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