Si me diera el tiempo que merezco, caminaría nuevamente y muy despacio por los maravillosos senderos donde dejé impresas las huellas de mi felicidad; estimo sobremanera, las huellas que fui dejando a mi paso, cuando disfrutaba de plena libertad, al sentirme siempre seguro por donde andaba y por donde la gente bien intencionada solía también caminar.
Quiero encontrar las primeras huellas, las más pequeñas, las que dejé de niño, al dar los primeros pasos, porque en ellas se podría leer que, en mis caídas frecuentes, había fuerza y tiempo suficiente para poderme parar, y así, derrochando energía, sin sentir dolor alguno con alegría, continuar mi camino para encontrar mi destino al deambular.
Buscaré también con afán especial, las huellas de mi prematura adolescencia, seguro estoy, que estarán más espaciadas, porque corría dando grandes zancadas, tratando de huir de las situaciones confusas que no podía entender ni arreglar.
Sin duda, importante será también, encontrar las huellas de mi amada juventud, donde ya se iba notando el peso de la experiencia al luchar con vehemencia por lo que se quería lograr.
¡Ah! Pero seguro estoy, que las huellas donde se habrá de notar la firmeza de aquella bendita voluntad que denota entereza, para no dejarse aplastar por envidia manifiesta de los que no te dejan brillar; se estimarán estas huellas, con gran aprecio y nobleza, exhibiendo una adultez madura con propuesta, con genuina humildad y destreza, lo que hace al hombre ser de una sola pieza.
Quedan por imprimir las huellas que en su momento dejaré en la vejez, algunas serán suaves, sin denotar ninguna aspereza, otras, serán tan pesadas y ciertamente profundas, para que nadie las pueda encontrar, con ellas se enterrarán la tristeza, las penas y todas las frustraciones, las emociones amargas y las debilidades por flaqueza, con estas calamidades no se podrá cargar, porque el camino que queda por caminar, te exigirá tal ligereza, para que puedas al cielo volar.
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