¿Qué le dirías ahora? le pregunté a aquella abrumada madre, que no podía explicarse el ser tan aborrecida por su hija, por ella tan adorada. ¿Qué le dirías hoy? Repuse con cierto enojo, tratando de hacerle, ver que el amor no es un antojo que se pueda cumplir por un capricho o por un enojo; y cómo explicarse que después de tanto amarle, hoy se sienta como un despojo, por el desprecio de ser amable, al ver en aquellos ojos la mirada llena de ira de una hija, que la ve como si fueras su enemiga.
Y ella, la madre, sintiéndose desolada, buscando reprimir la expresión de dolor en su cara, sólo respondía con sendas lágrimas de cristal, derramadas por sus bellos ojos, y haciendo un esfuerzo superior al sentimiento de tristeza que la abrazaba, dijo con voz callada: -Si pudiera decirte hija adorada, que de tanto amarte me integré a tu vida, para mí sagrada, abandonando la mía para que nada malo te pasara, y lograras así todo lo que tú querías, en tus sueños de niña mimada, como la princesa de los maravillosos cuentos, que te contara antes de dormir, en tu suave cama.
Mucho tiempo luché contigo por lo que habías soñado, y después de haberte acompañado y entregado mi corazón de madre, resultó, que no era lo que tú querías, porque estuviste siempre confundida al estar despierta, y seguir soñando en una vida esplendorosa y fina, llena de comodidades y palaciegos ornamentos, como en la fantasía de aquellos cuentos.
Eres hoy, amor de doble filo, que lo mismo te hieres al herirme, por el lado que te toque, fue tanto mi empeño en rescatarte de una ilusión inalcanzable, que hoy buscas castigarme, incluso, por lo que por tu propio esfuerzo no lograste.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com