Un buen día, una amable lectora me preguntó que cuál era mi profesión, me extrañó un poco que hiciera esa pregunta, porque sé que es una asidua lectora de mis artículos periodísticos, y en algunos de ellos he narrado anécdotas de consultorio, de hecho, en alguna ocasión por el mismo motivo publiqué una síntesis de mi currículo; pero ella después me aclaró, que sí sabía que era médico, pero, aseguraba que parecía que me dedicaba a otra cosa, caí en cuenta que se refería a mi labor como articulista; después fue más específica y me preguntó si me era difícil escribir poemas, le expliqué que cuando me siento libre de toda presión, dejó salir de mi corazón la voz que emiten mi emociones, de tal manera, que quedó muy expuesto a la crítica, no a la que proviene de los doctos en literatura, más bien a los que parecieran estar interesados en comprobar y exhibir mis fortalezas y mis debilidades; a toda crítica le doy la bienvenida, porque de todos aprendo, más no me condiciona a dar sesgos, sólo por el hecho de quedar bien o estar a la altura de los que verdaderamente alcanzan los estándares de perfección de las reglas literarias; me concreto pues, a expresar mi sentir con honestidad y el mayor apego a mi verdad. Como muchos, soy sensible y reacciono a mis sentimientos y a los sentimientos que emanan de mis semejantes, en el entorno donde evoluciono como persona, velando siempre por honrar mi naturaleza dual, la que me da estructura física y la espiritual, que mueve a esta estructura. Cuando no se puede ejercer a plenitud la libertad de expresión, el escribir poemas o manifestar una opinión siempre conlleva riesgos, sobre todo, cuando se quiere privilegiar la verdad.
Mi ejercicio profesional como médico, así como el literario, no tendrían ningún significado, si no los ejerciera con sentido humanista, de ahí que, no persiga más gloria que la de servir a mi prójimo; de ambos quehaceres doy gracias a Dios, porque el hombre propone y él dispone.
Yo fui creado a imagen y semejanza de Dios, como todos, pero está en nosotros el poder caminar por la senda correcta, por el camino que nos conduce a la verdad y a la vida.

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