Para entender las cosas que nos parecen confusas, hay que conocerlas de principio a fin. La mayor parte de las malas decisiones, se toman sin tener conocimiento pleno de lo que nos acontece; la mayoría de las personas no se detienen a analizar lo que está ocurriendo, obran por instinto, y aunque en algunas ocasiones se pueden tener aciertos, la más de las veces se cometen errores que se significan por tener un costo elevado.
La mente muchas veces nos engaña al estar frente a alguna situación que nos parece harto complicada, o donde se encuentran elementos que detonan nuestro estado de alerta; estos elementos se conforman por experiencias propias, o vividas por personas cercanas que nos pueden contagiar la euforia, la desesperación, la frustración, el coraje y muchos otros sentimientos que contribuyen a la decepción, y nos exigen estar a la defensiva, teniendo a la mano una respuesta un tanto agresiva, para mostrar nuestra inconformidad o para tratar de amedrentar a quien identificamos como intimidante.
El estar condicionados a interactuar a la defensiva, no nos da oportunidad de valorar lo que en realidad está ocurriendo. En una ocasión, al estar dialogando sobre este particular, un amigo me dijo una frase popular para justificar su actitud: “El que se quema con leche, hasta al jocoque le sopla” pero aceptaba que por ese hecho, en ocasiones había cometido el error de lastimar a una buena persona y afectar una magnífica relación.
Todos podemos equivocarnos, cuando no escuchamos, no vemos o no sentimos lo que realmente es, de ahí que cuando alguien trate de explicarnos un evento que parece adverso o contrario a nuestra manera de ser o pensar, si la situación no pone en riesgo nuestra integridad física, debemos darnos la oportunidad de conocer la situación de principio a fin, esto, con la finalidad de tener plena conciencia de lo que está ocurriendo y no actuar de manera primitiva e irracional.
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