Desde que se empezó a difundir en el mundo el impacto nocivo de la presencia del coronavirus modificado, y de su traducción para fines prácticos como COVID-19, sin restarle importancia a su morbimortalidad, lo que más ha impactado a los ciudadanos del orbe, es el miedo.
Seguramente, en este momento ya tendrá, estimado lector, conocimiento de múltiples teorías, algunas con el aval científico multidisciplinario; otras, con el aval del poder económico, político, religioso; y las más, sustentadas empíricamente, pero, todas incluyen, en menor o mayor grado un fin con posibilidades catastróficas.
El miedo, en este momento, está conduciendo todos los cambios significativos que contribuyeron, otrora, a mantener la supuesta estabilidad socioeconómica y política global, lo que nos indica, utilizando un poco de imaginación con sentido común, que hay intereses supremos para sacudir los principales factores estabilizadores de la forma de vivir y convivir y de mantener la estabilidad y viabilidad del planeta.
Con lo anterior no quiero sumarme a los muchos pensadores que contribuyen a sustentar tal o cual teoría, queda claro que estoy haciendo uso del sentido común, el cual se define como la capacidad natural que tenemos todos para juzgar los acontecimientos y eventos de forma razonable.
Me preguntaban algunos familiares y amigos ¿Quiénes podrían estar interesados en estremecer al mundo de tal manera? Sin duda, los que tienen el poder económico, científico y tecnológico para hacerlo; quizás los ambientalistas de alto nivel, que ante la pobre respuesta de los gobiernos, para detener el daño al planeta, y que habiéndose pronunciado de diversas formas por el combate de los factores, que están contribuyendo a los efectos del cambio climático, pero que no han sido escuchados, tal vez, porque eso significaría la caída de múltiples economías, que dependen de la producción de productos que generan daño al ambiente.
O qué decir de la poderosa industria farmacéutica, que tiene el poder económico para comprar conciencias científicas. Podríamos seguir enumerando posibilidades, pero se caería de nuevo, en la promoción de teorías que seguramente tardarían años en comprobarse.
Lo que siempre hemos perdido de vista, la mayoría de los ciudadanos del mundo, es que el ser humano con conciencia plena, podría evitar la mayoría de los factores, que ayer, hoy y en el futuro, son causales de enfermedad, mala calidad de vida y de infelicidad.
Mi esposa, recientemente se vio limitada para deambular sin apoyo, cuando inició con las molestias, le propuse una serie de medidas para evitar el daño, pero ella insistió en que su prioridad era atender sin descanso las necesidades de sus críos y su descendencia, el no aplicar algunas medidas básicas para la prevención de mayor daño, la evolución de la toma de una mala decisión la llevó a la discapacidad, misma que podría ser temporal, misma que de no atender la indicaciones, podría ser definitiva.
Lo mismo ocurre con cualquier situación que pueda prevenirse, como la actual emergencia epidemiológica, medidas básicas como el lavado de manos continuo, no exponerse al contagio, limpieza de superficies, buena alimentación y un aislamiento temporal podrían romper con la cadena de transmisión del COVID-19.

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