Para que alguien disfrute, alguien tiene que sufrir…

La expresión forma parte fundamental de la fraseología que históricamente nutre a la política mexicana. Y hoy, nuevamente revalida su vigencia en el entorno de la frontera con Estados Unidos y su acendrada problemática, presente desde la noche de los tiempos.

Abordaré, si tiene la paciencia de leer estas líneas, el tema que el vecino país –o mejor dicho, su recién estrenado presidente– ha exhibido, me parece que con mediana razón, como punto central para crear un conflicto: El de la inseguridad en dos vertientes, el tráfico de narcóticos y la inmigración ilegal.

Para amortiguar –dudo mucho que para resolver– este caótico escenario, el Gobierno mexicano, dentro de cuatro acuerdos iniciales destinará 10 mil agentes de la Guardia Nacional, de acuerdo a lo informado por la Presidencia de la República.

No puedo dimensionar en qué medida será positiva esa decisión, pero de lo que no me queda duda es de los potenciales estragos que la misma podría provocar en gran parte de nuestro país.

Para exponer este panorama, dejo una pregunta sobre la mesa:

¿De dónde sacará el gobierno federal esos 10 mil guardias nacionales?

No egresarán de la noche a la mañana de cursos exprés y tampoco existen reservas de ese tamaño en esa corporación, en paciente espera de que sean requeridos sus servicios.

No. Los tendrán que tomar de donde estén.

Lo anterior supone dejar desvalidos en buena parte a una larga fila de estados y con ellos también municipios, que tendrán que rascarse con sus propias uñas en el combate a la inseguridad. Y si ahora, con el apoyo federal no pueden presumir de tranquilidad en ese sentido, mucho menos lo harán si sólo cuentan con sus exiguas capacidades locales.

No quiero pensar en los casos de Sinaloa, Guerrero, Zacatecas, Tabasco o Michoacán, por citar sólo algunos de los más relevantes. Quintana Roo y Campeche ya aportaron ayer su “cuota”.

Tal vez peco de catastrofista o de ave de mal agüero, pero los actuales escenarios en ese rubro no son, como dicen los españoles, para coser y cantar. Ni de lejos, como lo confirman las tragedias que a diario saturan páginas de períódicos, noticieros televisivos, emisiones radiofónicas y desde luego, las amadas y a la vez odiadas redes sociales.

Frente a este que parece inevitable daño colateral, sea como testigos o peor aún como víctimas, es momento de lanzar al aire dos “ojalá”.

El primero: Ojalá exista en paralelo a esa drástica reasignación de efectivos de la GN, un plan simultáneo que reduzca los efectos negativos en las zonas en que mal que bien todavía operan y vigilan.

Y el segundo: Ojalá sea así –como  reza un slogan de la actual generación del poder– por el bien de todos…

TRAYECTORIA SIN MANCHA

Sobre el presunto caso de corrupción en el área de salud de Tamaulipas, ventilado ayer en diversos medios de comunicación tras una denuncia ciudadana, presentada a la Fiscalía Anticorrupción y Buen Gobierno, de lo único que su servidor puede estar seguro es de la honestidad del titular del área, el doctor Vicente Joel Hernández Navarro.

En décadas de conocerlo en forma profesional y personal, el hoy Secretario, me consta, ha sido un referente de honradez facultativa y laboral, que le han ganado en forma merecida diversos cargos en la medicina privada y oficial y un nombre con un amplio reconocimiento de la comunidad médica de Ciudad Victoria y del Estado.

Ojalá se aclare la aparente adjudicación irregular del contrato mencionado en la denuncia y se sancione, si se comprueba el posible ilícito, a los responsables.

Hurgar en el pasado de los sexenios egidista y cabecista sería una buena medida, en donde encontrarán nombres que ganaron fama en esos días como “especialistas” en esa clase de movimientos y que aún navegan en las oficinas de esa dependencia. Por ahí pudiera estar la explicación…

X: @LABERINTOS_HOY