Y cuenta la historia, que un día, estando Él frente a una frágil mujer aquejada por la desesperación, le preguntó, si no estaba cansada de tanto estar sufriendo crisis; y con su ya permanente rictus de tristeza dibujado en la cara le respondió, que nunca quiso que el malestar se volviera eterno, pues la verdad, no le agradaba, pero ya era su costumbre padecer de estos nocivos encuentros. Y si es ya costumbre enfrentarte con la desesperación, ¿por qué no terminas con esa relación tóxica que te está arruinando la vida? Porque antes de hacerse presente, siempre la acompaña el miedo. ¿Y se puede saber a qué le temes? Si yo lo supiera, me escondería para que no me atrapase tan desagradable emoción. Entonces ¿no sabes a qué le temes? Prefiero no hablar de eso, porque me entra más la desesperación. De qué quieres hablar. Tal vez no quiera hablar de nada, para que no se asomé el miedo, lo que sí quiero, es sentirme en un lugar seguro. ¿Y a qué le llamas un lugar seguro? Un lugar seguro sería mi hogar. Pero si estás en tu casa. No, un hogar es donde habita la familia, y aquí, la familia tiene un horario para habitar la casa, además ya no está completa. Entonces ¿le temes a la soledad? No, no creo temerle a la soledad, pero, no me agrada estar sola. Has un esfuerzo y recuerda cuándo fue la primera vez que sentiste ésta desesperación, que al inicio fue leve, poco frecuente y controlable, y que ahora, es todo lo contrario. No, no quiero recordarlo, porque llega el miedo. Vamos, tienes que recordarlo, sólo así podrás darte cuenta, que el miedo llega a tu vida porque tú le abres la puerta y lo dejas entrar.

Vamos, confía en mí  ¿acaso mi presencia también te causa miedo? No, en estos momentos me siento más tranquila, pero no me gusta recordar cómo dejé que el miedo entrara en mi vida. Esfuérzate un poco, estás conmigo, y nada te pasará, yo te ayudaré a sacar el temor que te ha lastimado por tantos años. Bien, haré un esfuerzo, pero no sueltes mi mano: No siempre tuve miedo, pues me sentía segura al formar parte de una familia, todos ayudábamos para que el hogar siempre fuera cálido, aunque no todas las veces cordial, porque poseíamos un carácter diferente, pero dicen que el ser diferente, ayuda a formar hogares fuertes; un día de pronto se rompió la armonía en nuestra familia, algo importante sucedió que tuvimos que reorganizar nuestra forma de vida; recuerdo que mi madre se ocultaba para llorar, y yo no entendía lo que estaba ocurriendo, pero sentí que era algo malo, y que por eso mi madre estaba en ese estado, me prometí entonces no dejarla sola jamás, pues ella me necesitaba. Ahora que me has contado esto dime  ¿cómo te sientes? Me siento mejor. En adelante te sentirás mejor. Sí, me sentiré mejor, pero no te vayas. Nunca me he ido, sólo tienes que dejar salir el miedo y dejarme entrar en tu vida, para que regrese la armonía, la seguridad y la paz que tanto anhelas. Pero dime ¿cómo te llamas? Yo Soy, el camino, la verdad y la vida.

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