Ocasionalmente vemos comentarios de gente relacionada con la política que tienen que ver con la cobertura de necesidades ciudadanas, y eso nos halaga, nos hace sentir que alguien piensa como gente y no como político.
Y en las campañas que tenemos frente a nosotros, alguien se ha preocupado por pensar en los viejos, los ancianos, los adultos mayores, o como decimos muchos, nuestros “viejitos”, que es un calificativo más amoroso que de desprecio.
En ese sentido, siempre hemos defendido la idea de que tenemos que ser más buenos con ellos y no dejarlos como trapo viejo: arrumbados en una casa a veces ajena, a veces pagada, pero como si ya no nos sirvieran más.
Hemos de recordar que cuando somos jóvenes con hijos pequeños, ellos nos sirven de cuidadores muchas veces sin paga alguna, y abusamos de sus años para que cuiden a nuestros hijos, pese a no tener ya las habilidades físicas para hacerlo.
Y es bueno preocuparse por ellos. Carlos Slim ha propuesto que trabajemos hasta los 70 años para merecer una jubilación, postura muy criticable, pero que tiene bases de un individuo que busca mejorar económicamente a su país. La postura no es motivo hoy de comentarios, pues.
El asunto es que a mayor edad hay mayor experiencia, pero mayores achaques, enfermedades, limitaciones y más: quienes experimentamos una existencia superior a la sexta década de vida sabemos que ya no somos iguales, y que el organismo comienza a sacar sus papelitos y cobrar las facturas pendientes.
Nada hay que escape a la justicia del padre Cronos.
Loable, muy loable, sin duda alguna, que la candidata a diputada federal piense que hay que ver por nuestros viejos, y lo primero que debiéramos gestionar debe ser suponemos, la ampliación de un cuadro básico de medicamentos, para que ellos tengan una cobertura adecuada, toda vez que a mayor edad mayor número de enfermedades, y mayor necesidad de medicinas.
Los cuadros de medicamentos muchas veces no nos cubren todo, y la pensión maloliente que reciben nuestros viejos no es suficiente para comprar lo que la voraz e inhumana industria farmacéutica se encarga de arrebatarnos.
Medicinas muy caras y cada vez más difíciles de obtener es una realidad: pugnar porque se les entreguen a nuestros viejos, es una necesidad latente, de casi todos los que como decíamos, vivimos más de 60 años, y seguimos contando.
De la misma manera, servirá que haya actividades para dignificar la presencia de ellos, y que los jóvenes, los que pomposamente se dicen llamar “milenials” entiendan que están en este mundo gracias a los esfuerzos de sus padres y sus abuelos, y que de no ser por ellos, no tendrían lo que hoy en día es la tecnología que disfrutamos.
¡Vaya! Los teléfonos móviles no se inventaron solos ni surgieron de una nube: alguien los desarrolló, y no fue precisamente un milenial, así que es tiempo de valorar lo que tenemos y lo que somos, y rendir justo tributo a los creadores de todo lo que tenemos, en forma sencilla y humilde, y tratarlos con la dignidad que se merecen.
Se requiere que se despojen de esa soberbia magnitud “milenial” y se ubiquen como seres humanos que son, sin ser tan extraordinarios, más ue sus padres o abuelos, sino como una parte del universo con su papel en el mundo, como lo han sido los jóvenes del renacimiento, la edad media y otras épocas que hemos vivido.
Así que, a quitarse la camiseta “milenial” y ponerse la de ser humano, con sentimientos, necesidades, virtudes y compromisos, y a cuidar a esos a los que debemos prácticamente todo: nuestros queridos y amados viejos.
Negar lo anterior sería un acto de injusticia social y humana por donde lo veamos.

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