“Entonces les tocó los ojos, diciendo: Según vuestra fe, así os sea hecho. Y se le abrieron los ojos. Mas Jesús les conminó diciendo: Mirad, que nadie lo sepa” (Mt 9:30).
Con motivo del “Día del Médico” una paciente se acercó a mí, y pensé que lo hacía para felicitarme por la fecha aludida; se sentó frente a mí y empezó a describir sus dolencias; un par de minutos después y encontrándome aún en consulta, tocan la puerta del consultorio, una compañera enfermera y me dice: _Vengo a darle su abrazo. La paciente fue testigo de ello, y al salir del consultorio la compañera, la doliente continuó narrando las características de sus síntomas; yo permanecí callado escuchándola con atención, y cuando terminó de hacerlo, procedí a darle mi opinión sobre lo que le a ella le estaba ocurriendo, y empezó a interesarse sobremanera en lo que yo le comentaba, y no fue necesario decir nada más, porque sentí que le hablaba con la verdad. Después, preguntó lo siguiente:
_ ¿Cuántos años tiene ejerciendo la profesión médica?
_Aproximadamente 40 años, le dije.
_ Seguro habrá curado a muchos pacientes.
_La verdad, no he curado a ninguno; se sorprendió con mi respuesta, y poniendo énfasis en sus palabras dijo:
_ ¡No lo puedo creer! Por qué afirma eso.
_Porque, por lo general, el lograr un estado de salud aceptable reside en la voluntad del paciente y no en la del médico.
Sin salir de su azoro comentó:
_ No lo entiendo.
_Mire, al principio trataba de ayudar a mis pacientes poniendo en práctica todos los conocimientos teóricos y prácticos que adquirí a través de mis maestros en la escuela de medicina, pero los resultados, aunque buenos, no acababan por hacerme sentir satisfecho, pues había un alto índice de recurrencia de complicaciones de sus patologías de base. Siempre supe, que sería un médico dedicado a la atención primaria, porque algo en mi interior me decía que era en ese nivel donde podríamos evitar que nuestro prójimo enfermara, o se pospusiera la aparición de complicaciones, además, de que se tenía la gran oportunidad de trabajar en el seno de la comunidad, conociendo los múltiples factores predisponentes de enfermedad y utilizando estrategias accesibles desde el punto de vista económico y cultural; en pocas palabras educando y promoviendo la salud, además de acompañar a la comunidad en todo el proceso de salud-enfermedad.
Los pacientes llegan a nuestra consulta exhibiendo una gran necesidad de ser escuchados, antes de desear ser tratados con fármacos o sometidos a procedimientos invasivos; si se tiene el tiempo y la paciencia para hacerlo, nos daremos cuenta, de que en la base de su problemática de salud se encuentra un serio desequilibrio de sus emociones, mismo, que tanto ciega al paciente como al médico que se empeña en buscar salidas prácticas para allegarle una salud o alivio temporal.
Tal vez por pensar diferente o por tratar de hacer las cosas de una manera más humana, no alcance el beneficio de una felicitación por el “Día del Médico” Por último les pido un favor: No se lo digan a nadie, porque mi humilde opinión podría distorsionarse, por no ser redituable para el sistema.
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