María Elena me invitó a pasar un momento prenavideño, eso, después de que ella enfrentó un quebranto de salud con duración de dos días, mismo que la mantuvo en cama, quebranto, que desde mi punto de vista médico, fue motivado por el cansancio y el estrés; y ya recuperada la fuerza física y anímica ella se dispuso a preparar la tradicional esquina de la sala donde ponemos nuestro árbol y el nacimiento, y me pidió sacara del armario las cajas que contenían los objetos que utilizaríamos; después de dos hora de faena, decidimos darnos un descanso y nos sentamos en uno de los sillones de nuestra sala, fue entonces que me preguntó si tenía en mente hacer un nuevo cuento de navidad para los nietos, y le contesté que ninguno de ellos me lo había pedido, y eso se debía, tal vez, al hecho de que existía en el ambiente un enrarecido clima social, motivado, por un lado, por las secuelas dejadas por la Pandemia d Covid-19 y por otro, la situación político-económica por la que atraviesa el país. Además, los niños y adolescentes tienen acceso a tanta información que sus intereses en ese sentido han cambiado mucho; al escuchar eso, mi esposa decidió no insistir sobre el tema del cuento navideño. Cuando llegó la noche, ya acostado no podía conciliar el sueño, pues no podía borrar de mi mente la elaboración del cuento  y resulta que al cerrar los ojos, casi de inmediato empecé a soñar, teniendo la siguiente evocación: Aquel era un invierno donde se sentía un frío poco común, por las mañanas, el sol salía, pero no calentaba, y por las noches, el frío calaba hasta en los huesos, a pesar de las cobija con las que nos cubríamos, a pesar de la calefacción de ambiente utilizados, y por si esto no fuera poco, mi esposa dormía sobre su lado izquierdo y yo sobre mi lado derecho, en medio de los dos una hiera de almohadillas que impedían el contacto de nuestros cuerpos; y teniendo yo el sueño ligero, y mis oídos atentos al menor ruido extraño, me pareció que alguien intentaba entrar a nuestra casa, y aunque no me suelo asustar por cualquier cosa, no quería ni moverme, sabrán ustedes que siendo la causa el frío, más que el miedo, por lo que cubrí mi cabeza con el cobertor, pero aquel ruido no me dejaba dormir, por lo que me levanté y me dirigí a la planta baja y pude comprobar que el sonido provenía de la puerta de entrada, me asomé primero por la ventana y no se apreciaba nada sospechoso, por lo que confiado abrí la puerta y para mi sorpresa, encontré a un pequeño de aproximadamente 3 años parado en el primer escalón de la entada y antes de que pudiera articular palabra el niño dijo: ¿Puedo entrar? verá, es que no puedo dormir y ya todos en mi casa lo están, y mis padres siempre me van a ver a mi cama y para que yo pueda conciliar el sueño siempre me cuentan un cuento, pero de un tiempo acá siempre se encuentran cansados y se van directo a la cama a dormir; no salía de mi asombro, cómo era posible que un niño de tal edad estuviera solo y parado frente a la entrada de nuestro hogar pidiendo posada, y antes de que le pidiera explicación , el niño entró y se sentó en uno de los sillones de la sala, observando como las luces del árbol de navidad encendían y apagaban iluminando las esferas, simulando un hermoso firmamento y en la punta la significativa y enorme estrella. Cuando vi la expresión de felicidad de ese niño, no pude decir nada, además me parecía conocido, le dije si podía sentarme a su lado, y él sonriendo, me dijo: desde luego, está es su casa y ese es su árbol de navidad, yo, le estoy muy agradecido por dejarme entrar a su hogar y más feliz sería si me contara un cuento para poder entrar al país de los sueños como decía mi abuelo. ¿Tu abuelo? y porqué si tienes familia no fuiste a buscar posada con él. La verdad, dijo el niño, estos últimos años lo he visto un poco triste, ya no es el mismo y cuando le pregunto si le pasa algo, él sólo se me queda mirando y me dice: Me recuerdas tanto a él, siempre buscando algo que se le ha perdido y nunca ha podido encontrar. Entonces, ¿dice que se parece a mí? Sí, mucho, él ha tocado muchas puertas, tratando de encontrar lo que busca. No se preocupe, yo me sentía igual, pero ahora que lo conozco, sé que siempre que no pueda dormir, si usted así lo quiere, puedo venir a tocar su puerta y nos haremos compañía. En ese momento sentí una gran paz en mi corazón y abracé al niño, y cuando le iba a decir lo feliz que me había hecho estar en su presencia, como suele suceder en todos los maravillosos sueños, se despierta, quedando para siempre el legado de un hermoso cuento de Navidad.

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