Ayer, uno de mis nietos se acordó que hace algunos años, en vísperas de la Navidad, les conté un cuento al que titulé Cuento de Navidad para los nietos, y quería que se los contara de nuevo, y más ahora, que no podríamos reunirnos en tan importante fecha, esto, por motivo de la pandemia de Covid-19, y por ello, tendríamos ahora que hacer uso de la tecnología para estar conectados virtualmente; como no recordaba el escrito, me di a la tarea de buscar en mis archivos, y resulta que el artículo que publiqué en una fecha como ésta, hace cuatro años, en esencia, se apegaba a una realidad que no ha dejado de estar vigente, pero el tiempo sí pasó por todos nosotros y pensé que quizá ellos, podrían no interesarse mucho, pues habían evolucionado física y mentalmente, por lo que decidí hacer un sondeo y para mi sorpresa todos querían escuchar el mismo cuento, así es que a petición de ellos lo contaré de nuevo, pero ahora con el agregado de sus comentarios del 2020.
UN CUENTO DE NAVIDAD PARA LOS NIETOS
Una noche, en un momento de maravillosa calma, mis nietos hicieron un alto en su acelerada y divertida vida, porque aseguraron, vieron en mi persona, la posibilidad de tener suficiente paciencia y una pizca de capacidad literaria, como para contarles un cuento alusivo a la Navidad. Antes de aceptar su petición, les advertí que si lograban poner suficiente atención en lo que iba a contarles, tal vez ya no volverían a ser los mismos. Sebastián, el mayor, que es un adolescente, me miró con cierta incredulidad, y esbozando una irónica sonrisa, me retó a vencer su hiperactividad; Emiliano, al que identifico como mi alma gemela, de inmediato se sentó en el suelo, cruzando sus delgadas piernas, colocó su manos sobre el borde inferior de su cara, dirigiendo su mirada angelical hacia mi persona en señal de atención; Andrea, al igual, esbozando una amplia sonrisa, se sentó, y cosa increíble, dejó de parlotear, prometiendo quedarse callada; Fernanda, por su parte, con su inteligente mirada, no perdía detalle del desarrollo de aquella amena charla, mostrando un interés inusitado; la pequeña Valentina, con su ternura sobresaliente, se sentó junto a su hermana; y María Elena, mi esposa, al ver que faltaban la siempre inquieta y sonriente María José y el pequeño José Manuel, los acercó al grupo. Sebastián, inquieto como es, me apuró a iniciar la narrativa; hice una pequeña pausa, reflexionando sobre la inocencia de los niños, pues el cuento había iniciado en el momento mismo que se acercaron a mí. Y cuenta la historia, que una gran estrella iluminó el corazón de los hombres y mujeres que por mucho tiempo habían permanecido indolentes ante tantas desgracias que padecía la humanidad, mas, aquellos que estaban destinados a cambiar su forma de ser, sin saber por qué, posaron sus rodillas en la tierra, juntaron sus manos y dirigieron su mirada hacia la intensa luz que emanaba de aquel hermoso cuerpo celeste, y rompiendo el silencio de aquella noche de paz, como un sólo ser, con una incuestionable devoción, hicieron una bellísima oración; los que aún permanecían de pie, inexplicablemente sintieron un estremecimiento en todo su cuerpo; en ese momento, Sebastián interrumpió la narración y dijo: _Ya sé lo que les estaba pasando, el mal se resistía a salir de ellos y luchaba por quedarse dentro de sus cuerpos. Es una buena observación, le dije, pero, en realidad no estaba pasando eso, lo que sucedió fue lo siguiente: La oración que hicieron las personas de buen corazón, despertó el espíritu dormido de aquellos que en la primera ocasión no escucharon el llamado para seguir a Aquél, que es el camino, la verdad y la vida, y su espíritu entonces se llenó de gozo y sus rodillas se doblaron para posarse en la tierra, y juntando sus manos, se unieron a la oración de los primeros. Emiliano comentó: _Estás hablando del Nacimiento del Niño Dios, de Jesús, el que nació en un humilde pesebre; Andrea apoyó a su hermano; mientras que Fernanda dijo que su papá le había puesto el Nacimiento en su casa y ahí iba a nacer el Niño Dios; Valentina, María José y José Manuel se habían quedado dormidos. Tratando de no confundir mucho a mis atentos oyentes, les dije: _Todos tienen razón en lo que dicen, pero, lo que en estos momentos les estoy contando, no es un cuento, porque todos los días estamos viviendo el Nacimiento de Jesús en nuestro corazón; la luz que emana del cielo, es la sabiduría que nos obsequia Dios para entender todo aquello que nos impide ser humildes para ir a su encuentro; nuestro corazón, es el pesebre que preparamos para su Nacimiento, y si logramos mantenernos firmes en nuestra fe, Él se quedará para siempre con nosotros. No sé en qué momento todos mis nietos se quedaron dormidos, los más inocentes fueron los primeros, los que sintieron el amor en las palabras, durmieron con una sonrisa en los labios, y los que habían sido tocados por la incredulidad de los adultos, se resistieron, pero al final, fueron abrazados por el infinito amor, de quien siendo el más pequeño entre todos, se dejó seducir por el amor de Aquél, que se quedó para siempre en su corazón: su abuelo.
En un abrir y cerrar de ojos llegamos al año 2020, y mis nietos despertaron después de haber dormido cuatro largos años; el primero que despertó fue José Manuel y me dijo: Abuelo tuve un sueño ¿Quieres que te lo cuente? Desde luego mi niño. Soñé que un día como hoy había despertado y el aire era tan pesado que no se podía respirar, que los niños no teníamos escuelas y que ya no podía abrazarte porque estando tan cerca te sentía muy lejos. Me le quedé mirando a sus hermosos ojos, y fingiendo una sonrisa le dije: vuelve a dormir José Manuel, que mañana ya podrás despertar respirando el aire más puro, irás a tu escuela, y mis brazos estarán siempre abiertos para poderte abrazar. Después despertó María José y me dijo: Abuelo, tuve un sueño ¿Quieres que te lo cuente? Desde luego mi niña. Soñé que un día como hoy desperté y mi mundo se había reducido de tamaño, que las calles eran los pasillos de mi casa y que se habían levantado muros porque estaba prohibido salir a la calle. Vuelve a dormir mi niña, que mañana ya sabrás valorar lo importante que es la libertad. Valentina despertó llorando y me dijo: Abuelo tuve un sueño, ¿Quieres que te lo cuente? Desde luego mi niña. Soñé que la vida perdía sus colores y todo era en blanco y negro, y le pedía a mi abuela, me llevara el arco iris para volver a pintar el mundo. Vuelve a dormir mi niña, que mañana el cielo será más azul que antes, el sol brillará de amarillo y la luna lucirá un color plateado reluciente. Fernanda despertó y dijo: Abuelo tuve un sueño, y me dijo ¿Quieres que te lo cuente? Desde luego mi niña. Soñé que ya no había más dulces en el mundo y por más que buscaba no los encontraba. Vuelve a dormir mi niña, que mañana despertarás sintiendo que la vida tendrá más sabor que el que has conocido. Andrea despertó sonriendo y dijo: Abuelo tuve un sueño ¿quieres que te lo cuente? Desde luego mi niña. Soñé que ya no tenía espacio para bailar y eso me puso triste. Vuelve a dormir mi niña, que mañana despertarás y te encontrarás siendo la mejor bailarina y tendrás muchas amigas de verdad. Emiliano despertó confundido y dijo: Abuelo tuve un sueño ¿quieres que te lo cuente? Desde luego mi niño. Soñé que me encontraba solo, luchando contra la indiferencia. Vuelve a dormir mi niño, mañana despertarás sabiendo que tú harás la diferencia porque encontrarás tu camino. Sebastián ya se hallaba despierto y dijo: Abuelo no he podido dormir, pareciera que he vivido los cuatro años en una eterna vigilia, pero que hubo un año especialmente importante en mi vida, el año 2020, y ahora comprendo que después de las crisis, surgen las mejores propuestas, he comprendido por qué debo de cambiar mi mal entendido coraje, por una conducta más serena y cordial, podrías contarme el cuento de Navidad, aquél que nos hiciste a los nietos, háblame sobre todo del proceso de nacer a una nueva vida, con el que dio su vida para salvar la nuestra, háblame de Jesús, que por eso me he mantenido en vigilia, para estar despierto cuando vuelva. Entonces yo cerré mis ojos y le di gracias Dios por darme la vida y la dicha de poder tener el don de la escritura.

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