Es mejor caminar que quedarse quieto, sigue, sigue asà dejando tu huella por los senderos de tu vida.
Esa voz la reconocà de inmediato, siempre camina a mi lado cuando empiezo mi peregrinar por estos caminos por los que tantos años he caminado. Y ahora ¿qué quieres de m�
Platicar hombre, platicar, no te pongas malhumorado ¿acaso no has sido tú el que dices que no te gusta caminar sólo? Pues aquà estoy yo, tu inseparable y mejor amigo, aguantador como pocos, porque la verdad no creo que haya nadie en la vida que quiera escuchar este eterno parloteo tuyo.
Ya deja de tanto hablar, mira quien me critica, tú eres el culpable de mi verborrea interminable, si al menos pudieras algún dÃa contestar mis dudas, seguramente que dejarÃa de hablar tanto, pero no, al contrario, una y otra vez me haces cuestionar todo lo que pienso y todo lo que hago.
Vamos amigo, detente por un momento, mira, ahà está aquella banca en la que te solÃas sentar con tu amigo Antonio, te he visto cómo la miras de reojo cada vez que sales a caminar y me he preguntado ¿Por qué no se para este hombre?
Hasta la pregunta es necia, y te jactas de conocerme.
Mira, te propongo algo, detente un momento, siéntate conmigo, y platiquemos de otras cosas.
De otras cosas ¿dices?
SÃ, de otras cosas, de aquellas que te han hecho feliz en este año que está por terminar.
Tal vez tengas razón, sentémonos un rato, hoy es Navidad y bien vale la pena repasar un poco de lo bueno que fue Jesús conmigo.
Ya ves, siempre tengo razón, pero en ocasiones eres tan terco y no me escuchas, a ver, empieza a enumerar aquellos gratos momentos que aún te hacen sentir más que vivo, resucitado.
Escucha con atención amigo mÃo, este maravilloso año que está por terminar me ha dado grandes satisfacciones, la primera de ellas fue comprobar el gran amor que Dios siente por mi persona y mi familia, pues verás, un buen dÃa en que la tristeza estrujaba mi alma, Jesús tocó mi hombro y sin decir más me dijo: Asà será.
¿Asà será? Pues ¿en qué estabas pensando, que te estaba estrujando el alma?
Tú los sabes, para qué preguntas.
Me gusta oÃrtelo decir, vamos anÃmate, dilo otra vez.
Bueno, a ti no te puedo guardar secretos, le dije a mi Señor Jesús, que mi espÃritu siendo de él, lo habÃa compartido con mi madre para que le diera la fortaleza que a mà me ha dado siempre, y el amor de mi Padre se mantiene presente y más vivo que nunca en el espÃritu de mi madre, y aunque otros no lo notan, basta ver el brillo de sus ojos para saber que Dios está con ella, y eso me ha hecho muy feliz.
Otros momentos que me han llenado de alegrÃa son, cómo Dios me habla a través de mis pequeños nietos:
José Manuel por ejemplo, cuando me ve abrumado corre hacia mÃ, me abraza y me besa repetidas veces y luego me da un abrazo lleno de misericordia.
Mi nieta MarÃa José, antes de retirarse de nuestro hogar, viene hacÃa mÃ, me mira de una manera tan especial, asà como me mira Jesús, me hace sentir, que siente tanto tener que marcharse pero quiere estar con sus padres, corre hacia mà y me besa y me abraza con misericordia.
Qué decir de Andrea, que para hacerme sentir bien, siempre me está prometiendo un buen masaje, y cuando menos lo espero y estoy acostado, me retira los calcetines y me pone una crema en mis pies masajeándolos suavemente.
Otro motivo de gran gozo es haber logrado que Valentina me dejara de decir tÃo y ya me dice abuelo, Fernanda es amable conmigo, es tierna y me hace sentir que disfruta mi presencia.
Emiliano al que descubrà en él un espÃritu como el mÃo, se volvió un tanto retraÃdo, pero cuando siente nostalgia se refugia en mi regazo, me abraza y no necesita decirme lo que lo está pasando.
Sebastián está madurado pero pide a gritos que lo entiendan y cuando no encuentra respuestas en otro lado, me busca y muy serio me dice:
Abuelo, hablemos de hombre a hombre. Vaya muchacho, si apenas es un adolescente, pero un adolescente amoroso conmigo.
Ya ves que tienes muchas cosas que te hacen feliz, pero no te escuché hablar de tu gran amor, de tus hijos, de tus muchos hermanos.
De ellos he hablado toda mi vida, pero creo que hablé tanto que no los he escuchado, más estoy feliz también por ellos, porque seguramente como yo desearÃan poder parar un dÃa para sentarse; mi esposa, para que sus brazos se convirtieran en grandes alas para poder abrazar a todos sus amores; mis hijos, para poder encontrarse a sà mismos y despertar a la realidad que puede alcanzarlos algún dÃa, y mis hermanos para poder sacudirse todo aquello que se les pegó en el alma e hizo que su marcha no fuera tan ágil como para que su alegrÃa iluminara todos sus dÃas.
Bueno, sin haberlo deseado te he contado un cuento, un poco corto, o tal vez muy largo, tal vez te agrade o no, pero este cuento siempre tendrá un final feliz, porque nace el mismo dÃa en el que nace el motivo más grande para serlo. ¡Bendito sea mi Señor Jesús, nuestro salvador!
Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com