Con los acontecimientos recientes dentro del ámbito electorero –electoral, dicen algunos- se pone de manifiesto la necesidad de que en nuestro país haya una verdadera regulación dirigid hacia los que se quedan con un mundo de dinero y que son nada más que los partidos políticos.

Los mexicanos damos por hecho que el partido del gobernante en turno tendrá mayor presupuesto, y también la forma de desviar recursos, porque “para eso trabajan”. Nada más equivocado que lo anterior.

Somos partidarios de que el presupuesto multimillonario que autorizó el Instituto Nacional Electoral sea disminuido drásticamente, y que el recurso que se les entrega sea escrupulosamente vigilado, como debe hacerse con toda cuenta pública, porque el dinero no es de nadie, y los gobernantes no tienen derecho a disponer de él como se hace y se ha hecho.

No tenemos por qué pagar caprichos ni cuentas en restaurantes de lujo. ¡Vaya! Cuando se va a comer con legisladores o gobernantes, difícilmente encontrará una cuenta de menos de mil pesos, porque acuden a los mejores lugares gastronómicos del lugar, y piden hasta lo que usted no imagina.

Sin embargo, cuando un trabajador sale de comisión, tiene que justificar hasta el último centavo en viáticos y no se le permiten muchos artículos y alimentos y bebidas.

Y lo que ha cansado ya a la población en general es esa acción que recientemente se ha bautizado como “chapulineo”, y que no es otra cosa más que raicionar sus ideas –si es que las tuvieron-, sus principios y buscar, como hetairas, al mejor postor para que se doblegue a sus inmorales deseos.

Nada más indigno que la traición, y más grave aún, la que se hace a los principios de uno mismo, porque, se podrá engañar a cualquiera, pero usted, cuando se para en el espejo sabe qué y cómo hizo qué cosa, y no se puede engañar, por más que lo busque.

Y esa falta de identidad es la que está matando a los partidos políticos. tenemos ejemplos de “políticos” que resultaron ser unos vividores auténticos, y que cambiaron de partido porque se encapricharon, como la señora Margarita, en una postulación que no merecían, o al menos, eso piensa la mayoría de la gente.

No tienen escrúpulos para cambiar de camiseta, y en ese sentido, algunos dan la razón a quienes mandan para servir de estorbo a la verdadera oposición, o de plano, para sacar el menor porcentaje posible de votos y seguir succionando de la ubre presupuestal, viviendo como sultanes cuando no tienen idea de lo que es el trabajo decoroso.

Y mire que la ciudadanía ya se está cansando, y por eso ha sucedido lo que hemos visto en los últimos años: hartos de mentiras y demagogia, la gente quiere volcarse a buscar gobernar en forma honesta y limpia. ¿Será posible?

Suponemos que cuando alguien enferma se asegura que un médico lo revise, o cuando alguien construye una casa, busca a un buen arquitecto; ¿Cuál es la razón por la que tenemos que tener políticos improvisados, analfabetas, convenencieros y de otra índole y no los que sirven a sus semejantes?

Y el llamado “Juan Pueblo”, esa cantidad de mexicanos que vivimos en zozobra todos los días o que no tenemos acceso a servicios de calidad pensamos que ya es tiempo de despertar.

Vemos un número infinito de aspirantes a ser candidatos independientes. No nos debe asustar lo anterior, sino preocupar, porque quiere decir que todos ya queremos algo bueno, limpio, directo, honorable, que no deje lugar a dudas sobre el destino de los recursos de que se dispone

Queremos gobiernos que nos cumplan, que no nos engañen y que respondan a las expectativas que nos creamos todos –absolutamente todos- siempre que llegan los tiempos electorales

Porque es la hora de los ciudadanos.

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