Se nos ha preguntado repetidamente: ¿Por qué conmemorar el Día Internacional de la Mujer?
Desde mi punto de vista, es esencial hacerlo. El 8 de marzo es un día reservado para recordar la batalla por la igualdad, la participación y el empoderamiento de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, para eliminar el acoso, los asesinatos, la violencia de género, la violencia digital, la brecha salarial, comportamientos machistas, misóginos y las desigualdades en todas sus formas.
Recuerdo que la conmemoración de esta fecha fue impulsada por la lucha por el derecho al voto femenino y por un trágico suceso en 1908 que ensombreció a EE. UU. con la muerte de 129 trabajadoras de la industria textil, quienes abogaban por el reconocimiento de sus derechos laborales.
En 1909, se celebró por primera vez el “Woman’s Day”. La conmemoración se extendió a Europa y fue reconocida por las Naciones Unidas en su Resolución 32/142 del 16 de diciembre de 1977, universalizando la fecha.
Ciento dieciséis años después de esa primera celebración en EE. UU., seguimos recordando la lucha de aquellas mujeres que iniciaron este camino. Gracias a tantos años de esfuerzos continuos, hemos visto avances significativos, pero es claro que la lucha aún no termina. Nos convocan causas distintas a las del origen del “Woman’s Day”, pero nos une el recuerdo, la fuerza, la valentía, la determinación, el ímpetu y la sororidad.
Cada año, seguiremos conmemorando el Día Internacional de la Mujer: por las que nos precedieron, por las que fueron silenciadas en la lucha, por las que murieron, por las que aún sufren, por nuestros hijos e hijas, y por una sociedad donde prevalezca una igualdad sustantiva.
Conmemoremos para enfatizar la importancia del rol de la mujer en nuestro país: en México, residen 65 millones de mujeres.
Conmemoremos para denunciar la violencia intrafamiliar y, en particular, contra la mujer, que enluta hoy a miles de familias mexicanas y ensombrece el desarrollo social.
Conmemoremos para reivindicar, tanto en el ámbito público como privado, todos los derechos reconocidos a la mujer en nuestras leyes, que abarcan desde el respeto a su integridad física e intelectual hasta la protección contra toda forma de discriminación.
Conmemoremos por la erradicación de la violencia política de género, por más espacios para mujeres en la toma de decisiones, y por más derechos en el ámbito laboral, incluyendo sindicatos, seguridad social, educación y reconocimiento económico del trabajo doméstico.
Conmemoremos para exigir el diseño e implementación de políticas públicas eficaces que garanticen la inserción equilibrada de la mujer en la sociedad sin ningún tipo de discriminación.
Conmemoremos para concitar el apoyo necesario de los hombres en el fomento de cambios de conducta basados en el respeto mutuo, la maternidad y paternidad responsables, la convivencia pacífica y civilizada, la construcción de valores y la paz social.
Y que quede claro, esto no se trata de construir una sociedad matriarcal que reemplace la patriarcal, sino de forjar una sociedad igualitaria que brinde las mismas oportunidades a mujeres y hombres, donde primen la igualdad, el respeto, la confianza, el progreso, la paz y el amor fraternal.
En la conmemoración encontramos razones para no olvidar, y en la memoria de lo que hemos vivido y superado, encontramos el impulso para seguir luchando. Porque no es una, somos todas. Y en esa unión, radica nuestra más grande fuerza.