Fui fundador de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) hace 20 años, junto con un grupo de mandatarios estatales del PRI y del PRD, entre los que recuerdo a José Murat Casab (Oaxaca), Miguel Alemán Velasco (Veracruz), Arturo Montiel Rojas (Estado de México), Andrés Manuel López Obrador (GDF), Alfonso Sánchez Anaya (Tlaxcala), Leonel Cota Montaño (Baja California Sur) y los aliancistas Antonio Echevarría García (Nayarit) y Pablo Salazar Mendiguchía (Chiapas).
El antecedente de la Conago fue la Anago, la Asociación Nacional de Gobernadores, que entre 1998 y 2000 impulsamos exclusivamente los primeros gobernadores de izquierda en el país (Cuauhtémoc Cárdenas, Alfonso Sánchez, Leonel Cota, Antonio Echevarría, Rosario Robles —al sustituir al Ing. Cárdenas— y quien esto escribe).
En un inicio, los entonces gobernadores del PAN se resistieron a formar parte de la Conago, pero poco después decidieron sumarse a la inédita e histórica agrupación de mandatarios estatales.
¿Qué buscábamos los integrantes de la Conago? Lo mismo que se plantea hoy. Más recursos a entidades federativas, nuevas fórmulas de distribución de las participaciones federales y una Convención Nacional Hacendaria, ante la nueva realidad política que implicaba la irrupción del pluripartidismo en los gobiernos estatales y municipales.
La Conago vivió su época de oro gracias a que las y los legisladores federales (en el Senado y la Cámara de Diputados) trabajaron de manera mancomunada y eran caja de resonancia de las propuestas presupuestales y legales de los gobernadores. Era la época de los llamados “gobiernos divididos”, cuando el presidente de la República era de un partido distinto de quienes dominaban las cámaras legislativas federales y locales.
Recuerdo que el secretario de Hacienda de Vicente Fox, Francisco Gil Díaz, ni siquiera nos recibía. Entendimos rápidamente que su trabajo era decir “no hay”, y que el de nosotros era negociar en San Lázaro nuestros proyectos. Obteníamos más en las comisiones legislativas que en Palacio Nacional. Esto era posible porque el partido del presidente, el PAN, no era mayoritario en el Congreso. Entonces, para sacar en tiempo y forma el presupuesto, Hacienda aceptaba las propuestas de la Conago, por intermediación del Legislativo.
Mediante ese mecanismo de negociación parlamentaria, los gobernadores accedieron en su momento a los excedentes petroleros, crearon fondos especiales para estados y municipios y reasignaron participaciones y aportaciones federales a los gobiernos locales.
Todas estas medidas fortalecieron el gasto público con orientación federalista, pero también, desafortunadamente, surgieron otras prácticas, que dieron lugar al fenómeno del “feuderalismo”, mediante el cual se dispararon la deuda pública local, el centralismo fiscal de gobernadores frente a alcaldes, la discrecionalidad en el ejercicio presupuestal estatal y toda la estela de corrupción y abuso de poder que se conoció como el “mirreinato mexicano”, y que mantiene en prisión o bajo proceso a varios exgobernadores de esa época.
Ésta es la trayectoria de una asociación que ya no es lo que fue, porque la etapa de los “gobiernos divididos” fue reemplazada por un proyecto, la 4T, que en el 2018 obtuvo el aval ciudadano para que Ejecutivo y Legislativo caminaran juntos, no separados, bajo un mismo programa de gobierno. Esto implicaría un cambio de estrategia Federación-gobiernos locales: privilegiar la negociación sobre la confrontación, evitando la contaminación de un año electoral como lo será el 2021.
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