Una desgracia política y social que las instancias Legislativa y Judicial no actuaran para investigar el desempeño de Xico en el Ayuntamiento. Fue el Ejecutivo, sin un argumento, o cuando menos no se informó a la sociedad, el poder que intervino para sacar a Xico del poder municipal. Obvio es el motivo, la pésima administración, el entreguismo a la corrupción y a meses de elecciones, imposible permitir que esa conducta siga adelante desmoronando un proyecto político de envergadura estatal. Duele que ninguna autoridad ejerza las facultades de manera oportuna y correcta realizando investigaciones transparentes, informando y sancionando como corresponda a las raterías y omisiones de buen gobierno.
Las investigaciones muestran que la mayoría se queja una vez por minuto durante una conversación, se siente bien, pero como muchas cosas que se disfrutan (fumar, comer en exceso), quejarse no es bueno para la salud. El cerebro ama ser eficiente y no le gusta trabajar más de lo necesario. Cuando se repite un comportamiento, como quejarse, las neuronas se ramifican para facilitar el flujo de información. Esto facilita la repetición de ese comportamiento en el futuro, sin darse cuenta se hace.
¿Quién quiere construir un puente temporal cada vez que debe cruzar un río? Tiene sentido construir un puente permanente. Las neuronas se acercan entre sí, y las conexiones se vuelven duraderas, proceso que se llama, “neuronas que combaten juntas, se mantienen juntas”. La queja constante hace que el cerebro se reconfigure para que sea más fácil quejarse, independientemente de lo que pasa a tu alrededor. Quejarse se convierte en comportamiento por defecto, algo que cambia la forma en la que la gente te percibe. La Universidad de Stanford ha demostrado que quejarse reduce el hipocampo, área del cerebro fundamental para la resolución problemas y pensamiento inteligente. El daño aterra, en especial al considerar que es una de las principales áreas que destruye el Alzheimer.
Con la queja, el cuerpo secreta la hormona del estrés, cortisol, y nos pone en modo alerta (pelear o huir), dirigiendo oxígeno, sangre y energía a los sistemas necesarios para la supervivencia. Un efecto del cortisol es elevar la presión sanguínea y nivel de azúcar para prepararte para escapar o defenderte. Todo ese cortisol que se libera por la queja frecuente deteriora el sistema inmunológico y hace susceptible al colesterol alto, diabetes, enfermedades cardíacas y obesidad. Incluso hace que el cerebro sea vulnerable a accidentes cerebrovasculares.
Como los seres humanos son inherentemente sociales, el cerebro imita natural e inconsciente los estados de ánimo de quienes nos rodean, en particular de personas con las que pasamos tiempo, lo que se llama reflejo neuronal, base de la capacidad para sentir empatía. Otra cara, es que quejarse se parece mucho a fumar: no tiene que hacerlo uno para sufrir los efectos nocivos. Se debe tener cuidado a la hora de pasar tiempo con gente que se queja de todo. Los quejumbrosos quieren que la gente se les una a su fiesta para sentirse mejor con ellos mismos.
Hay dos cosas que hacer cuando se tiene ganas de quejarse: Cultivar actitud de gratitud. Al sentir deseo de quejarte, pasar la atención a algo que agradecer reduce el cortisol en 23%. La Universidad de California descubrió que la gente que trabaja en cultivar actitud de gratitud experimentó mejora en su humor y energía y en los niveles de ansiedad debido a menor nivel de cortisol. Cada vez que se experimente pensamientos negativos o pesimistas, cambia de enfoque y piensa en cosas positivas. Con el tiempo, la actitud positiva se convertirá en estilo de vida. Otro aspecto para quejarse es enfocado a la solución; queja con propósito:
Propósito claro: Antes de la queja se debe entender cuál es el resultado que se busca obtener. Si no se identifica un propósito, puede ser que sólo quieras quejarte y ese es el tipo de queja que no debes permitirte.
Empieza con algo positivo: Empezar con algo positivo evita que la persona se ponga a la defensa. Antes de empezar a quejarte por un mal servicio, podrías decir: “He sido cliente durante mucho tiempo y siempre me ha gustado mucho su servicio”.
Sé específico: La hora de quejarte no es momento para sacar molestias de 20 años. Enfócate en la situación actual y sé tan específico como sea posible. En lugar de decir “tu empleado fue grosero conmigo”, describe específicamente la actitud del empleado que te pareció grosera.
Termina con algo positivo: Si terminas tu queja con: “No vuelvo a comprar aquí”, la persona que escucha no tendrá motivación para resolver tu queja. Sólo ventilas tu molestia o queja sin propósito. Reformula tu propósito y ganas de que se obtenga una solución, con: “me gustaría resolver esto para poder haciendo negocios juntos”.
Con Xico, ni la queja con propósito
Con la queja, el cuerpo secreta la hormona del estrés, cortisol, y nos pone en modo alerta (pelear o huir), dirigiendo oxígeno, sangre y energía a los sistemas necesarios para la supervivencia. Un efecto del cortisol es elevar la presión sanguínea y nivel de azúcar para prepararte para escapar o defenderte. Todo ese cortisol que se libera por la queja frecuente deteriora el sistema inmunológico y hace susceptible al colesterol alto, diabetes, enfermedades cardíacas y obesidad. Incluso hace que el cerebro sea vulnerable a accidentes cerebrovasculares.