No soy una espiga en un mundo de necesidades que espera ansioso la conversión del trigo a pan divino, pero igual, me muevo cuando Dios decide, cuando el viento es fuerte y cuando el viento es débil, cuando todo parece calmado en el exterior, pero en mi interior hay fuego abrasador que quiere consumir todos mis anhelos. Y quién soy yo para resistirme a una voluntad que suavemente me exige, por amor, que del suelo desprenda mis raíces para poder volar y en la tierra dejar las cicatrices.

Qué sería de mí, sin la fuerza y el valor que me da el amor de mi Señor, cuando todo parece teñirse de gris y de tristeza, de dónde sale la palabra, de dónde la inspiración para que el corazón, con tan fina destreza, haga de mi cabeza, la pieza clave, para convertir mi soberbia en humildad y real nobleza.

Quién sería yo, si no contara con el amor que has repartido con tanta bondad y sutil gentileza entre los hombres y mujeres de buena voluntad, que muestran su fe con tal devoción y firmeza, que no haciendo caso de mi torpeza, me perdonan de corazón.

No soy una espiga en el vasto universo de tu gran creación, pero si Tú lo deseas y quieres, lo seré sin ninguna clase de oposición, porque no hay en mí otra vocación más que la de poder servirte y quedar siempre a tu entera disposición.

De mis anhelos fallidos, dame sólo el consuelo de aspirar, a ser digno de poder merecer el amor que me obsequias sin pedir compensación; de los amores que me has concedido por la gracia de ser hijo, de ser esposo, de ser padre, abuelo y amigo, mi Señor, sólo te puedo pagar con mi espíritu redimido, una vez limpio y pulido, para que lo puedas aceptar.

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