“Siempre me he identificado con Lucifer porque él quería ser Dios y no iba a aceptar las reglas de otro”…

Marilyn Manson

 

La sabiduría popular se plasma de forma diversa. Una es en los refranes.

Particularmente una frase de ese tipo tiene eco en Tamaulipas. Más preciso: En la política de Tamaulipas.

“No se puede servir al mismo tiempo a Dios y al Diablo”…

Bueno, esas palabras hoy podrían registrar en el Estado un pequeño ajuste: No se debe, en lugar de no se puede.

Por lo menos, hay quien intenta hacer válido ese cambio. Tiene nombre, apellidos y cargo: Humberto Prieto Herrera, hoy presidente de la Junta de Gobierno en el Congreso Local, quien como se ha difundido públicamente, se percibe que hace lo que esté en sus manos para servir a dos amos.

El diputado local, quien al descubierto jura lealtad al actual Gobierno de Tamaulipas, en la oscuridad parte el pastel alegremente con una de las espinas en el zapato de la actual administración estatal: La dupla integrada por el alcalde de Reynosa, Carlos Peña Ortiz y su señora madre, la ex alcaldesa Maki Ortiz.

El motivo de esa bipolaridad política del legislador parece ser el eterno causante de todos los males del mundo: El dinero. En este caso, el que de acuerdo a una investigación periodística se deriva de una serie de contratos presuntamente fuera de normatividad, para beneficiar, según los documentos expuestos, a la familia de Humberto Prieto.

¿Cómo?… ¿El pastor de los diputados morenistas? ¿El receptor de todas las confianzas del 15 Juárez?… ¿El mismo que enarbola la bandera de la lealtad y amaga de labios hacia afuera a Peña Ortiz con la destitución por lo que califica como abusos en ese Cabildo?

Pues… parece que sí.

No pasará mucho tiempo para ver el desenlace de esta tragicomedia aldeana y conocer la letra chiquita de estos acuerdos, lo que permitirá definir algo muy importante:

Si para don Humberto, es el clan reynosense el que juega el papel de Dios.

 

AGUA: DISFRUTAR Y SUFRIR

Por el tono festivo con que se manejó un presunto acuerdo con el gobierno de Estados Unidos para el trasvase de agua acumulada en México a ese país, parecería que se logró un triunfo en ese sentido.

No veo en dónde pueda estar esa alegre óptica.

De acuerdo a un comunicado de la Secretaría de Relaciones Exteriores, lo único que queda claro es que de una u otra manera, los productores del vecino país serán los grandes beneficiados. Esta es parte del texto oficial de la SRE:

“México ha convenido con Estados Unidos la realización de una serie de medidas con el objetivo de mitigar el potencial faltante en las entregas de agua de México hacia al final del ciclo, previendo transferencias de agua inmediatas, así como durante la próxima temporada de lluvias”.

En otras palabras, entregas o entregas.

Ni de lejos considero ser un conocedor de ese tratado de aguas entre nuestro país y el vecino del norte, pero lo que se lee sin necesidad de interpretaciones sabihondas es que aún cuando el agua hoy brilla por su ausencia en nuestro territorio, las transferencias del recurso serán “a la de ya” y se mantendrán en la temporada de lluvias.

Tal vez el motivo del júbilo es que no habrá más aranceles como amenazó Donald Trump ante la no entrega del líquido, pero si bien eso hace cantar a un sector industrial y comercial de México, no parece que eso sea compartido por los agricultores de los distritos de riego tamaulipecos, que tendrán que exprimir los canales para tratar de alcanzar un mínimo de cosechas que les permita no quedar en la cuneta.

Se confirma un viejo dicho: Para que alguien disfrute, alguien tiene que sufrir…