Alejandro, un joven profesionista de medicina, encuentra hoy un espacio en el consultorio de atención primaria a la salud, donde soy titular, esto, para enfrentar los retos que le depara su ejercicio como agente de salud, motivado en aplicar su conocimiento con fiel apego al proceso teórico académico cursado durante 5 años, y habiendo acumulando una reciente, pero breve experiencia en la práctica profesional, a tres días de haber coincidido, valoraba con mucho interés el fundamento de la importancia de la relación médico-paciente; de manera formal, me solicitó le explicara cuál metodología aplicaba yo para evidenciar la calidad y la calidez de la atención que merecen los pacientes,  de ahí que entablamos un diálogo franco y respetuoso sobre el tema, surgiendo la pregunta: ¿A quién vemos cuando se solicita nuestro servicio? Alejandro, un poco extrañado, respondió: ¿A qué se refiere? A que, si de primera intensión vemos al paciente o a la persona, le dije. Alejandro comentó: siento que existe una comunión entre estos términos, el paciente de hecho es una persona, de ahí que no podríamos separar uno de otro.

En ocasiones, le comenté a Alejando, resulta que el paciente acude a nuestra consulta para que se determine su condición, ya sea buscando se le practiquen estudios posterior a un reconocimiento clínico, para llegar a un resultado de su estado de saludo o enfermedad; otras ocasiones, la persona solicita únicamente al médico que  escuche  y le pueda dar su opinión sobre las posibles causas de cierto malestar, al que el mismo paciente califica anticipadamente como inexplicable o indeterminado; de ahí que procedimos a analizar algunos de los casos que habíamos atendido durante sus primero 3 días en consulta , el recordó con detalle las características de los motivos reales de la consulta de algunos pacientes, donde se podía evidenciar lo antes citados; reconociendo también la importancia de velar siempre de no afectar la dignidad de los usuarios de los servicios de salud  ya sea en su calidad de persona como de paciente, obsequiar una consulta integral, buscando establecer lazos de confianza para tener una buena relación médico-paciente, tener una comunicación clara, además de hacer partícipe al paciente en el proceso de la toma de decisiones en cuanto a su tratamiento.

Quedé muy satisfecho con el logro temprano de la comunión de nuestras experiencias, por un lado reconocí que bien han valido mis 45 años de ejercicio profesional y por otro el hecho de que siempre habrá nuevos profesionales de la salud dispuestos a escuchar las experiencias de quienes ya tenemos un largo camino recorrido por el complejo arte de servir a nuestro prójimo, con apego a los valores éticos y humanistas como son: la bondad, la honestidad, la empatía, el amor, la paciencia, la gratitud, el perdón y la humildad.

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