En un mundo que ha cambiado tanto, la violencia se ha convertido en la noticia más cotidiana y común, a grado tal que nadie se espanta por ver descuartizados en la televisión, o cómo asaltan a alguna persona, o la manera en que vándalos -y vándalas- toman las calles de cualquier punto geográfico del mundo, hacen desmanes; otros, matan… y no pasa nada.
Preocupa la manera en que hemos cambiado al mundo y que no podemos o no queremos hacer algo al respecto, para cambiar la mentalidad de nuestros hijos que, ajenos a una formación pacífica, asumen conductas violentas como las que nos regalan a diario los amantes de López Obrador, conocidos despectivamente como “Chairos”, y que asumen que quien no adora a su presidente es un mal nacido, es un nefasto y otros calificativos mucho más agresivos.
Que contestan violentamente en las redes sociales, y se siguen ufanando de una victoria conseguida en elecciones pasadas, burlándose de todos los que han sido ajenos a sus postulados -si es que los conocen- y a sus caprichos, y siguen justificando la falta de programas adecuados, el inejercicio, el presupuesto que se regala a manos llenas, dejando al sector productivo descobijado, y con una cantaleta que escuchamos todos los días igual, como el caso del “elefante reumático”, tan trillado como la frase “soy honrado, muy honrado” surge todos los días y en todo momento y foro.
El fin de semana que concluyó se llevaría a cabo el cambio de dirigencia de ese grupo llamado Morena, que presume de ser un partido político, y que es el que tiene a México hundido, ahogado, sumido en una situación preocupante. Pasó lo que sucedía antes en el PRD con las tribus: violencia, porque los principales “morenos” así han vivido toda su vida: con plantones y marchas, con vandalismo y actos vandálicos que son el sello.
No entendieron que ser oposición, ser de izquierda no quiere decir ir a romper todo cuanto hay a su paso.
No se conformaron con ello.
Ahora en sus propias reuniones hicieron lo que saben y les sale muy bien, y llegaron en Guadalajara a grado tal de que hubo gente armada.
Como suelen hacerlo, justificaron a esas personas en el sentido de lavar su nombre morenista, argumentando que eran personas ajenas a su grupo y que fueron infiltrados. Seguramente en una conferencia mañanera escucharemos que fueron los neoliberales, los contrincantes, los enemigos; triste es ver que todo lo ven desde esa óptica: el mundo está contra ellos. ¡Pobres!
Podrían tener otra mentalidad que urge al país y que tenga que ver con una actitud de protesta formal, pacífica, sin agresiones ni violencia hacia los ajenos y ahora los propios.
Sinceramente, estamos cansados de prender un televisor y escuchar y ver únicamente violencia, porque también, somos víctimas de un periodismo amarillista y de mucho muy baja calidad en la televisión de moda encabezada por un grupo de personas que no tienen idea de cómo hablar, qué decir o un argumento sólido siquiera, atándonos a una serie de emisiones de bajísima calidad, sin contenido útil, sin dicción adecuada, gente inculta y mala para hablar.
Es lo que nos dan: violencia e impreparación, todos los días, y tenemos que tragarnos esas cosas porque no hay más.
Necesitamos romper los moldes de violencia: urge una sociedad tranquila, pacífica, inteligente, que no se conforme con los gobernantes malísimos con que contamos, y que exija, pero lo haga adecuadamente, sin ir a romper ventanales o saquear tiendas de conveniencia y querer hasta quemar librerías.
Queremos un México diferente, pero para eso, tenemos que trabajar, y nos da flojera hacerlo, y dejamos que unos pocos casi iletrados se hayan posesionado de un Congreso de la Unión, de un Senado y un sistema de gobierno.
Estamos en manos de ellos, pero mucho podemos hacer si queremos lograr un cambio positivo para nuestro México querido. Y aún podemos hacerlo, pero primero, debemos alejar la violencia de nuestra mente.

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